El sindicalismo Confederal ha vuelto a demostrar su fortaleza, miles de trabajadores y trabajadoras de todos los rincones de España recorrieron de manera pacífica, festiva, pero contundentes, el espacio comprendido entre la glorieta de Atocha y la Puerta de Alcalá.
Esta demostración lanza un mensaje de potencia a la patronal, a gobiernos y a poderes económicos y financieros. También a los trabajadores y trabajadoras, en la necesidad de reforzar a las organizaciones sindicales, de participar activamente en la empresa y en la sociedad para que el trabajo y lo que representa, sea el eje vertebrador de una sociedad justa, igualitaria y democrática.
No voy a reproducir los discursos de los dirigentes sindicales, para eso hay miles de referencias en los medios de comunicación, pero quiero reseñar lo nerviosos que se han puesto los poderes fácticos. Es sin duda esclarecedora la respuesta de la corte mediática y política de carácter neoliberal.
Es una respuesta que intenta desacreditar al único muro real contra las atrocidades del neoliberalismo, el sindicalismo confederal. Respuesta que como las gélidas temperaturas que nos acompañan estos días, esclarece las mentes, espabila los sentidos y a todo trabajador y trabajadora debería situar en guardia frente a la reacción.
Yo no dudo del papel determinante de los empresarios y empresarias de este país, por eso creo en el dialogo social, en la capacidad de solucionar de manera civilizada, democrática y participativa el permanente conflicto capital-trabajo. Quienes niegan el pan y el agua a los sindicatos, los desacreditan y lanzan falsos mensajes, no creen en el dialogo social, no creen la democracia. Sus ideas deben de combatirse desde los principios, desde la ética, desde los valores, desde la razón, desde la movilización, desde la organización de los trabajadores y trabajadoras.
Que nadie piense que el sindicalismo se entrega ante los efectos de una crisis creada por la avaricia y la desmesura. Todo lo contrario, es tiempo de unidad de la fuerza del trabajo, es tiempo de rearmarse de los valores históricos del movimiento obrero, para volver, una vez más, a ganar el futuro.
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