Murales de Diego Rivera en el Palacio Nacional de Mexico Autor: jmiz |
Ya estamos rescatados (Tú llámalo tomate que yo… rescate),
ya tenemos una escusa segura para
profundizar en el conflicto social, conflicto genuino: el del capital-trabajo,
en la lucha de clases. El capitalismo (los ricos) dirán que para tener futuro tenemos que
desmontar el salario diferido del estado de bienestar, colocarnos a la cola de
los países emergentes para competir con sus mismas armas. ¡Fuera sanidad,
educación, pensiones! A las pensiones
les tienen ganas, no quedaron satisfechos con el acuerdo sindical, quieren más,
por eso pretenden "magrear", retocar el acuerdo de pensiones para satisfacer sus
instintos de acumulación: ampliar el plazo para la jubilación y bajar su cuantía. Hay que seguir la senda de
devaluar el factor trabajo de manera integral y, regiones como Extremadura… cerrarlas
directamente, son un lastre, dejemos que los venados, jabalíes, buitres y águilas
se expandan por el territorio. El homo sapiens, sapiens, como ser social,
colectivo... sobra.
Reproduzco el artículo publicado por Joan Coscubiela, Ex Secretario General de CCOO
de Cataluña y actual diputado de la Izquierda Plural en el Parlamento español
en el diario digital Nueva Tribuna.
No son errores, es conflicto social en estado puro
Uno de los factores del agravamiento sin límites de la
crisis y de sus consecuencias sociales es la reiterada negativa de los poderes
económicos y de sus representantes políticos a identificar las causas profundas
de la misma. Y lo que es peor, el aprovechamiento que de manera oportunista se
ha hecho de la crisis para imponer contrareformas que suponen un ataque al
Estado Social Europeo.
Algunas de estas contrareformas están teniendo un efecto
boomerang y ante ello algunos de sus impulsores comienzan a reconocer errores. Pero ello no comporta una
reorientación de las políticas hegemónicas practicadas hasta ahora. Más bien al
contrario parece una versión laica de la confesión sin penitencia para
continuar con los mismos comportamientos.
Por ello es importante desenmascarar a quienes pretenden que
todo lo que ha pasado es fruto de un cúmulo de errores provocados por la
torpeza o la negligencia de los dirigentes bancarios o de los gobernantes. O lo
que es peor, los intentos de diluir las responsabilidades entre todos los
sectores sociales, organizaciones sociales
y partidos. Sin duda que desde el primer momento de estallido de la
crisis pueden haberse producido decisiones que sean imputables a errores de
apreciación o de enfoque. Pero el gran hilo conductor de estos 4 años no es un
continuo de errores, casi todos en la misma dirección. Se trata de las
consecuencias del comportamiento de una casta social que no ha querido
desaprovechar esta oportunidad para imponer su modelo de sociedad y para
aumentar su poder económico y político, lo que les permite continuar
beneficiándose de una distribución tremendamente injusta de la renta.
Son tantos los “errores” cometidos durante estos años que en
ocasiones incluso se nos pueden olvidar. Y ahora, cuando algunos comienzan a
reconocer que fue un error menospreciar los riesgos acumulados en el sistema
financiero español, no esta de más hacer una recopilación de los muchos
“errores” cometidos. Demasiados como para considerarlos una sucesión de
errores.
No fue un error ignorar reiteradamente que el crecimiento de
la desigualdad provocado por una globalización sin reglas ni contrapoderes
sociales o políticos está en el origen de la crisis.
No fue un error incentivar el endeudamiento generalizado
como el placebo que permitía a las familias mantener una elevada capacidad de
consumo con la que satisfacer las necesidades del sistema económico, a pesar de
que las rentas del trabajo iban perdiendo capacidad adquisitiva.
No fue un error negar la burbuja especulativa, en el terreno
inmobiliario, pero también en la valoración de los activos empresariales y de
todo tipo.
No fue un error las continuas reformas fiscales que
erosionaron las bases fiscales del país, haciéndolas más insuficientes e
injustas.
No fue un error compensar esta caída de los ingresos
fiscales con los que proporcionaba la especulación inmobiliaria.
No fue un error sostener que la reducción de impuestos sin
más era de izquierdas.
No fue un error pensar que la burbuja especulativa se iría
desinflando lentamente sin provocar un cataclismo económico.
No fue un error negar que la crisis tuviera un importante
componente propio provocado por el perverso modelo de crecimiento español sobre
las arenas movedizas de la especulación.
No fue un error negar que el sistema financiero español
tuviera sus peculiares activos “sub prime” y sus propios activos tóxicos.
No fue un error decir que el sistema financiero español era
de los más solventes del mundo.
No fue un error identificar la supuesta rigidez del Mercado
laboral español como la causante del
desempleo. Obviando la asfixia financiera a la que bancos y cajas han
sometido a las empresas y la economía española.
No fue un error negar reiteradamente que el sistema
financiero español ha sido el principal responsable de la destrucción de
empleo.
No fue un error señalar como principal problema el déficit
público, cuando en el origen de la crisis está la inmensa deuda privada,
canalizada a través de endeudamiento financiero con el exterior.
No fue un error identificar los derechos de los trabajadores
y los derechos ciudadanos reconocidos por el Estado social como los causantes
de los desequilibrios fiscales.
No fue un error convertir a los trabajadores con derechos en
los culpables de la precariedad de otros trabajadores.
No fue un error convertir a los empleados públicos en
privilegiados.
No fue un error hacer de los inmigrantes los chivos
expiatorios de la crisis y confrontarlos con sus conciudadanos.
No fue un error aceptar que el ajuste se debía producir en
el terreno de la Reforma Laboral y de la reducción de gasto social y no en la
restructuración financiera.
No fue un error que Gobiernos y Banco de España permitieran
a una casta financiera y política perpetuarse en el control de las entidades
financieras.
No fue un error canalizar las necesidades de capitalización
de las caja hacia la comercialización a particulares de participaciones
preferentes como meros productos de ahorro, cuando los inversores
institucionales ya habían huido de estos mercados por el riesgo que
comportaban.
No fue un error permitir que la reforma financiera se
hiciera no con criterios de eficiencia económica, sino para mantener las cuotas
de poder de la casta que las controlaba.
No es un error camuflar las responsabilidades de la crisis
detrás de un falso conflicto bipartidista, cuando en el terreno financiero y
laboral existe un continuismo en las políticas practicadas.
No es un error que el gobierno actual niegue reiteradamente
la grave situación del sistema financiero y que esta es la causa más profunda
de la recesión económica.
No es un error negar que la restructuración financiera se
estuviera haciendo y se iba a hacer en el futuro con recursos públicos,
españoles o europeos, de manera directa a indirecta.
No es un error decir que los mercados elevan la presión
sobre los tipos de interés que nos exigen porque nuestra deuda pública es
elevada, cuando en realidad su comportamiento viene motivado por el
convencimiento que la elevada deuda privada acabará siendo deuda pública.
No es un error elevar los impuestos sobre el trabajo, las
tasas en el acceso a derechos sociales fundamentales y prestaciones básicas y
no sobre el capital o las grandes fortunas.
No es un error, aprovechar la crisis para desregular, individualizar
las relaciones de trabajo, debilitar la negociación colectiva y privatizar los
mecanismos de intermediación laboral.
No es un error pretender que las tensiones de financiación
del sistema sanitario vienen en un exceso de gasto y no de una insuficiencia de
recursos.
No es un error criminalizar a sindicatos y movimientos
sociales para evitar la aparición de cualquier forma de contrapoder social.
Y no será un error si ahora se intenta aprovechar la nueva
fase de la reconversión financiera para imponer nuevos recortes en derechos y
prestaciones sociales mientras se salvaguardan los intereses de los grandes
inversores institucionales.
Sin duda se han producido errores en la gestión de la
crisis, pero lo que explica el grueso y la orientación de las medidas adoptadas
no son errores ni técnicos, ni políticos. Es la expresión de un conflicto
social en estado puro. Los poderes económicos y sus representantes políticos
han querido salir indemnes de la crisis y sobre todo aprovecharla como su gran
oportunidad para imponer contrareformas que consoliden su poder económico y
político.
Es por eso que para poder dar una respuesta en el terreno
social y político es imprescindible que comencemos por desmontar las dos
explicaciones “bienintencionadas” que según algunos explican la gravedad de la
crisis.
La que apunta a los errores cometidos, mientras intenta
conducirnos por el mismo camino.
Y la de los que ante cualquier situación o debate pretende
generalizar las responsabilidades para diluir la de aquellos que desde el
principio de la crisis han impuesto sus respuestas en representación de sus
intereses de casta.