Imagen tomada en la plaça do comercio, Lisboa en abril 2011 |
Asistimos estos días a la movilización de jóvenes, y otros no tan jóvenes, que han tomado la calle bajo el lema “Democracia real ya”, repitiendo un esquema de movilización no violenta, agrupándose en el ágora pública. Emulando a nuestros vecinos del norte de áfrica: Túnez, Egipto, Libia, Siria, etc. La fórmula no ha cruzado el estrecho en patera. Ha entrado en la península a través de las redes sociales, de las TIC, plantándose con descaro en las ciudades españolas.
Ante el fenómeno, se produjo una tenue respuesta mediática, que ha crecido en agresividad, en apenas tres días, para convertirse en un acontecimiento seguido por todas las empresas de opinión, con el correspondiente tratamiento acorde con los intereses de cada grupo (o de cada cuadra).
En mi opinión estas movilizaciones tienen un valor importante, abren una nueva senda para la expresión del descontento de jóvenes, mayoritariamente estudiantes, con capacidad crítica ante la realidad del momento presente. Quizás sea un nostálgico pero en parte se parece a los movimientos que vivimos con la campaña anti-otan, o las manifestaciones, encierros y sentadas que durante meses se realizaron ante la primera guerra contra Irak en los años 80.
Hemos leído, visto y escuchado como algunos medios creadores de opinión, tachan de “antisistemas” a este movimiento. Pero... ¿realmente podemos considerar antisistema a quienes reivindican profundizar en la democracia? ¿Podemos denominar antisistema a quienes no se sienten representados por ninguna fuerza política actual? ¿Acaso no sobran los motivos para la movilización?
Precisamente hoy hemos escuchado a la Canciller alemana Ángela Merkel decir que los españoles tenemos muchas vacaciones y nos jubilamos pronto. ¿Es admisible tal desfachatez, tal mentira? Qué poder permite embaucar de esta manera a la presidenta de Alemania, para regodearse en la llaga sangrante de un país con 5 millones de parados, después de lo que llevamos los trabajadores y trabajadoras en el último año. Quién es más antisistema, ¿quiénes están en la Puerta del Sol de Madrid, o la poderosa Canciller Merkel?
¿Acaso las multinacionales con beneficios multimillonarios que anuncian expedientes de regulación de empleo, no son más antisistema? ¿No son antisistema igualmente, el sector financiero creador de la crisis, cuyos responsables seguro que viven en maravillosas mansiones de lujos, sin haber pagado nada por ello? ¿No es ir contra el sistema legislar el despido preventivo?
En mi opinión el sindicalismo confederal tiene que estar al lado de quienes se movilizan, no importando que lo hagan fuera de sus cauces tradicionales. Estos jóvenes no han tenido una experiencia de socialización sindical, sencillamente porque nunca han trabajado, o si lo han hecho, ha sido en condiciones de precariedad donde sigue sin llegar la acción sindical. Esta movilización dota de continuidad a la Huelga del 29-S. Es una nueva expresión de rebeldía, fomentan la motivación: madre de la acción que permite la transformación. Es un alivio: se posiciona frente a la desmotivación, padre de la inacción y, por tanto, de la desmovilización.
Es una acción que transmite valores participativos, colectivos, solidarios, sostenibles y democráticos, expresando compromiso ciudadano.
Nuestra democracia es mejorable, en los últimos tiempos lo vemos diariamente. Que en las plazas nos lo recuerden, obligándonos a repensar "los viejos-nuevos" valores, es una buena noticias para los que defendemos una sociedad cohesionada, abierta, democrática y participativa.