La Facultad de Formación del Profesorado de Cáceres, acogió el pasado 11 de noviembre de 2010 una conferencia del poeta y profesor universitario, Luis García Montero titulada “Las preguntas de profesor” dentro de unas jornadas organizadas por la Federación de Enseñanza de Comisiones Obreras. De sus reflexiones he recogido algunas ideas que me apetece compartir.
•La crisis no solo es económica, fundamentalmente es ideológica. Las crisis genera paradojas como otorgar la victoria a sus creadores, y derrota a los defensores de la racionalidad y la democracia.
•La mirada unidimensional impuesta por el capitalismo avanzado, hace que los cimientos de la democracia y del progreso sean atacados sin piedad, hoy quienes defienden la Escuela Única -uno de los fundamentos de la modernidad- son considerados radicales peligrosos, como radicales son quienes defienden desde sus posiciones ideológicas, la participación ciudadana, lo público o el sindicalismo de clase.
•Las gentes que aplicamos una determinada mirada ideológica al mundo, tenemos que auto- vigilarnos, para que nuestras leales críticas a la escuela pública o a lo público en general, no sea utilizado para destruir lo que pretendemos mejorar.
•Hoy la escuela no tiene la exclusividad de la educación. Nuestro entorno tecnológico tiene un impacto colosal en nuestra infancia y adolescentes. La escuela no es determinante en la formación y socialización de las nuevas generaciones, pero la escuela sigue siendo un espacio para la socialización. Sin la escuela la socialización sería peor. Esto es suficiente para seguir apostando por una escuela pública.
•De la sociedad mágica, donde todo venía marcado por Dios y nada era cuestionable o negociable por los hombres y mujeres, avanzamos -afortunadamente- a la sociedad negociada: la sociedad del Contrato Social. El Contrato Social funda la modernidad, y para que esta modernidad avance es necesaria una ciudadanía consciente y consecuente. Es necesario un nuevo contrato que fundamente el Contrato Social: el Contrato Pedagógico, un contrato mundializado, que aporte formación en valores, en convivencia planetaria. El Contrato Pedagógico tiene que responder a la nueva realidad del mundo.
•La identidad no solo es lo que somos sino también lo que hacemos. Lo público es un proyecto de la modernidad que nos permite convivir colectivamente, para ellotenemos que borrar algunos de los signos de nuestro “yo” privado para construir nuestro “yo” social.
•La libertad es un instrumento para crear espacios en común. Tenemos que diferenciar la libertad de la enseñanza, con la Enseñanza en Libertad, esto es la escuela pública, una escuela liberada de doctrinas dogmáticas que pretende que retrocedamos a la sociedad mágica de los dioses: los creacionistas frente a la ciencia.
•Dinamitar lo público no solo es la privatización. También lo es la utilización de lo público como si fuera propiedad privada. La escuela pública -como todo lo público- tiene que tener autonomía y debe ser participativa, por ello los padres tienen que participar pero no como clientes -pues en lo privado el cliente siempre tiene la razón-
•La enseñanza pública no es una enseñanza para pobres, no. Es un espacio de libertad, de palpitación y de democracia.
•La ciudadanía de 50 y más años, ha vivido en España profundos cambios de carácter antropológicos. Nacidos, educados y socializados en dictadura, veían como marchaban trenes llenos de españoles a la emigración, pero también hemos visto asombrados como llegaban trenes llenos de inmigrantes. Además convivimos con el cambio tecnológico y tenemos que adaptarnos. No podemos salirnos del mundo renunciando a la tecnología. Hay que usar y estar en la red, hay que enseñar a usar y estar en la red, entre otras cosas porque nuestros hijos, nuestros alumnos están en la red, su mundo es nuestro mundo.
•Tenemos que distinguir el fetichismo tecnológico, de la modernidad. No somos más avanzados por usar tecnología, somos modernos si utilizamos la tecnología para contribuir a la formación, por eso los educadores debemos formar a los alumnos en el Contrato Pedagógico.