Hoy he tenido la oportunidad de asistir a la “Jornada de Estudio Crisis y Sociedad”, organizada por la Asociación de Ciencias Sociales de Extremadura. Unas horas dedicadas a reflexionar sobre la crisis que nos azota, intentando desentrañar los orígenes, responsables, impacto y consecuencias sobre la vida de la gente. En esta jornada han participado algunos de los pensadores más destacados de la sociología, la economía y el sindicalismo de Extremadura como José Antonio Pérez Rubio, profesor de sociología de la UEX; Santiago Zapata Blanco, profesor de Historia económica de la UEX; Artemio Baigorri Agoiz, profesor de sociología de la UEX o Julián Carretero, Secretario General de CCOO de Extremadura.
La primera de las conclusiones de la mañana es que hay que leer las páginas salmones de los periódicos de los domingos -especialmente el País- donde encontramos la pluma del último Novel de economía Paul Krugman o reflexiones sobre lo errado de Milton Friedman y lo acertado de John Maynard Keynes.
En el panel de interpretación de la jornada, los y las participantes parecen coincidir en que el origen de la situación actual podría encontrarse en la crisis alimentaria y energética que viene sufriendo el planeta en los últimos años, con una subida de precios desmesurada y especulativa de las materias primas. Este despropósito ha inyectado en el sistema financiero una enorme cantidad de dinero con necesidad de colocarse para generar nuevos beneficios. Esta disponibilidad de líquido, junto con las laxas medidas de control de los Estados sobre las entidades financieras, genera empresas financieras intermediarias que, utilizando dinero ajeno, conceden hipotecas de alto riesgo. Estas hipotecas han sido empaquetadas y puestas nuevamente en el mercado con altos precios generadoras de rápidas plusvalías. En palabras textuales de alguno de los profesores: “guarros que han producido mierda”, mierda que ha sido empaquetada en envoltorios de seda y puesta en el mercado como producto sofisticado de alto rendimiento. Los compradores de esa “mierda” se han convertido a su vez en guarros pues han comprado –desde la ignorancia- simplemente mierda”. La avaricia ha roto el saco, dando al traste con todo el sistema financiero. Nadie ha puesto límite a este despropósito basado en mierda, en humo, en nada y todo se ha desplomado como un castillo de naipes.
En todo caso la mayoría de los intervinientes han considerado que nos encontramos ante una crisis cíclica que purgará al sistema, limpiando la mierda para que resplandezca un nuevo y limpio sistema. Un sistema financiero con capacidad de alimentar el círculo económico, para generar riqueza con base productiva real, con capacidad de distribuir los beneficios sociales, el primero el empleo de calidad.
Desde la parte sindical se ha insistido que ese desierto debe cruzarse sin que los más débiles, los trabajadores y las trabajadoras, sufran las consecuencias, por ello es momento de poner a pleno rendimiento el Estado de Bienestar y las recetas Keynesianas para que el estado no solo intervenga apuntalando bancos dirigidos por irresponsables, -que tendrán que sentir sobre sus espaldas el peso de la ley-, sino como promotor de actividad económica. Lo público, como siempre, es la garantía. Las políticas sociales no pueden ser templadas, sino comprometidas. No es momento de preocuparse del déficit público, es momento de la política. Una política capaz de alejar el riesgo de fractura social.
Todos han coincidido en la influencia de los medios de comunicación como amplificadores de la crisis financiera, generando una realidad virtual catastrófica generadora de desasosiego e inseguridad. El homo sapiens sapiens no está programado para vivir en la incertidumbre. La inseguridad produce miedo, el miedo pánico. Cuando el pánico es colectivo malo, malo, malo. Es irracional y por tanto ingobernable. La desconfianza basada en los resultados bursátiles parece sobredimensionada. Millones de personas pendientes del índice Dow Jones, sin tener una sola acción, parece un despropósito.
Como siempre no todos sufrirán las consecuencias de la crisis de igual manera. Los Estados con controles financieros, serán más fuertes que los laxos, los sistemas productivos competitivos aguantarán mejor el desastre. Los trabajadores sindicados y con derechos, estarán más cubiertos que los precarios.
Es el momento de la política y la planificación económica, una planificación compatible con un capitalismo productivo no especulativo. Los bancos deben ser bancos para dejar de ser casinos donde se juega a la ruleta rusa con el dinero de otros. Los Estado deben dotarse de sistemas de control que cortocircuiten cualquier tentación de nuevos “casinos bancarios”.
Quienes especulen con lo ajeno… ¡a los centros penitenciarios!, para realizar reciclajes formativos, de ética sin prisas. La política debe impedir que el ladrillo vuelva a convertirse en producto financiero que se vende al dos mil por cien de su valor real. El ladrillo debe ser un material de construcción que crea hogares, casas donde vivir con dignidad y de manera sostenible con el planeta.
Es el momento del movimiento obrero organizado, el sindicalismo mundial está más cargado de razones que nunca. Es un movimiento sindical maduro, con una organización mundial única, con autoridad moral y capacidad técnica para salvaguardar los intereses de los trabajadores y de las trabajadoras, pero también de pensionistas, estudiantes… El sindicalismo de clase ejerce la solidaridad, reclamando sin timideces los objetivos del milenio, convirtiendo el 7 de Octubre en un nuevo día de referencia para la dignidad y la decencia del trabajo. El sindicalismo ha sido capaz de convertirse en el rostro decente del capitalismo del siglo XXI, superando barreras y complejos.
Hace apenas treinta años el sindicalismo español encarnado en el movimiento sociopolítico de CCOO, luchaba por la libertad y la democracia en España, dejando en el camino mucha sangre y sufrimiento. Lo hizo cívica y responsablemente, conquistando los objetivos que se marcaba. Apenas iniciada la senda de la consolidación de la democracia tuvo que afrontar responsablemente la crisis económica de los años setenta, firmando y –lo más difícil en aquellos momentos- defendiendo en los tajos los “Pactos de la Moncloa”, que permitieron estabilizar la vida económica del país e implementar la libertad y la democracia. Hoy como ayer el sindicalismo de clase sabe hacer frente a los retos que nos platea la nueva situación. José Mª Fidalgo S.G. de la C.S. de CCOO decía el pasado 23 de Octubre en Mérida, que en momentos como este Comisiones Obreras pedía muy poco al Gobierno, a saber: No reformas laborales, asegurar las prestaciones por desempleo y no tocar el fondo de reserva de la Seguridad Social, parece poco pero solo lo parece. Realmente supone fijar trinchera, marcar territorio por donde no se puede transitar.
El S.G. de CCOO de Extremadura, Julián Carretero, afirmaba que Extremadura debe desprenderse del complejo de “nuevo rico” para asumir que, dentro de nuestro contexto, es una comunidad pobre, rural, con escasa población, yo añado que tiene el futuro por conquistar, para ello Extremadura debe definir sus objetivos en el campo productivo, apostando por la industrialización, materializando la inversión en la Refinería, comenzando -ya- la plataforma Logística de Badajoz, impulso de la infraestructura ferroviaria del AVE, apuesta por la I+D+i, potenciando la red de ciudades de Extremadura, el sistema educativo extremeño (especialmente la F.P. y la Universidad) y redefiniendo sin complejos la Política Agraria extremeña.
Las malas lenguas dicen que detrás de una crisis siempre hay una oportunidad, que esta sea la oportunidad de crecer moral, social y económicamente para construir una sociedad mejor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario