Esta mañana he salido a pasear, lo necesitaba, y he decido realizar una ruta que siempre me ha gustado: seguir la rivera del río jerte desde el puente "nuevo" por la pesquera en adelante, pasando por la zona de las huertas, por debajo del puente de Adolfo Suárez, hasta llegar al paraje denominado "El enrollao" para continuar por la antigua toma de agua la ciudad, terminando en la pesquera del Kilómetro dos.
Pues bien, ha sido un paseo encantador. En principio porque está bastante más limpio que la última vez que transité la vereda, eso es mucho. En segundo lugar me he encontrado con un día precioso, un caudal abundante, el sol calentando el agua del río, que hacía que brotara una tenue neblina que te transportaba hacia las blancas nubes, contraste del azul limpio y claro del cielo. Precioso.
Pero lo más sorprendente ha sido encontrarme nuevamente con el olvidado paraje del "enrollao". Lugar que era la playa de los humildes en la Plasencia de los años 60 y de los 70 del pasado siglo.
Recuerdo con emoción a las familias enteras que transitaban por el camino de las huertas, hasta llegar al lugar, todas cargadas con las viandas suficientes, donde nunca faltaba la tortilla de patata, para pasar una tarde maravillosa, sentados sobre una manta "rayana", extendida sobre una alfombra verde de hierba natural, donde niños y niñas jugábamos sin restricción, no cubría y, si pasaba algo, todo el mundo estaba pendiente. Hay que recordar que en el lugar casi nadie, por no decir nadie, sabía nadar.
Recuerdo tardes enteras dentro del agua, sin exagerar, con mis gafas de agua con respiradero, que me permitían realizar inmersiones por mares con cuarenta centímetros de profundidad, donde encontraba maravillosas "Ballenas" cincuentonas que, siguiendo la llamada del instinto, se zambullían por primera vez en el cristalino río, con sus trajes de baño negros e inmensos, que les hacía gritar de esa mezcla de placer y miedo a lo desconocido. Existían igualmente dos buenos chiringuitos, donde poder tomar el vino con casera, jugar una buena partida de tute y comprar patatas fritas.
El viaje de regreso era siempre alegre, salpicado de saludos, de olores maravillosos a las plantas de anís siguiendo el canal de riego de las huertas, mirando los campos sembrados y apartándose de vez en cuando de los polvorientos vehículos, cargados a su vez de felices ciudadanos, que sufrían el atasco de viandantes en el regreso de la playa.
Ciertamente recuerdo con felicidad esos años, como también los de la adolescencia con las escondidas con la pareja en los matorrales de la zona, espacialmente en el entorno del "2", donde las camisetas quedaban marcadas por el sabroso manoseo al que sometíamos a la prenda, especialmente en la zona de los pechos.
En fin, estos recuerdos no se si retratan de los cambios individuales o de los de nuestra sociedad, de valores y recursos.
¿Lo discutimos?
1 comentario:
gracias por recordarme este lugar. soy de plasencia, y tengo las mismas sensaciones cuando paso por el lugar
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