martes, enero 31, 2012

Hoy la indiferencia es una excusa criminal.

Ante la catástrofe económica y social en la que vivimos en el presente español y europeo   ¿Dónde está la izquierda? La respuesta merece un  desahogo, empezando por aclarar lo que yo creo que es y no es, ser hoy -enero del 2012- de izquierdas.

Cuando la pobreza galopa desbocada por los páramos de España y de todo el sur europeo, cuando un Inflado poder económico y social está en manos de la derecha, aplicando sin pudor políticas deshonestas (es difícil soportar los argumentos  del gobierno del PP para eliminar la asignatura de educación para la ciudadanía),  cuando la izquierda política (toda) se mira al espejo,  y lejos de ver su anorexia vive en el espejismo del márquetin de la nada, de palabras vacías y huecas, de frases hechas; es momento de afirmar frente a capitanes que flirtean con las cercanas costas de la fractura social, que ser de izquierdas hoy es estar comprometidos con los valores que convierten  al ser humano en humano,  en ciudadano y ciudadana, es decir, comprometidos con la justicia social. Justicia que se hace tangible con la universal  educación, universal sanidad, universal prestaciones...  con empleo.

Ser de izquierdas es tener principios, valores y estilos de vida constructores de equidad, de igualdad de oportunidades, de interculturalidad, de paz, defendiendo nuestro medio natural.   

Ser de izquierdas es incompatible con lo nacional o nacionalista; es globalidad -no hay identidades que puedan sustentarse en esquizofrenias que excluyen al otro por vivir en un trozo u otro del planeta-.

Ser de izquierdas es  militar, luchar, dialogar, discernir e influir por y para construir un mundo mejor; incompatible con chupar, explotar, aprovechar, derrochar, envidiar, en todas las facetas de la vida. Lo privado es público.

Ser de izquierdas hoy es ser conscientes y consecuentes de las virtudes y los defectos de nuestro sistema democrático;  pensar, reflexionar...reflexionar y pensar; tener la certeza de la igualdad de todos y todas... incluida nuestra viajera Gaia.

¡Ojo con las izquierdas de plástico!, -como diría González Faus la... "llamé izquierda de plastico porque quizá las flores de plástico alegren la vista de quien no puede tener las auténticas, hasta llegar a engañarle; pero ciertamente no engañan a su olfato. Y en el campo de la izquierda ha sucedido algo similar: hemos entornado los ojos engañándonos, pero no pudimos engañar a algunos olfatos más sanos"-,  atención a los discursos del márquetin, cuidado con avanzar en la nada  y retroceder en  lo económico ¡Sin democracia económica no hay equidad, igualdad de oportunidad, interculturalidad, paz, naturaleza! 

Ser de izquierdas hoy en España es estar con el sindicalismo confederal  de CCOO y UGT,  son conscientes y consecuentes, son juncos con firmes raíces.

En estos momentos con más de 5,3 millones de parados, ser de izquierdas es saber que la legislación laboral no es culpable, que los trabajadores no son culpables, que sus representantes sindicales no son culpables. Que las soluciones no vendrán de la izquierda de plástico,  ni de la derecha que juega con la mítica de la huelga para engrandar sus méritos frente al mal.  

Ser de izquierdas es saber que siempre se pueden hacer cosas. Hoy la indiferencia es una excusa criminal. Stéphane Hessel recuerda que si hubieramos permanecido indiferentes, estaríamos bajo el nazismo.

A pesar de la sequía el Roble florecerá en primavera en nuestras montañas.

(FOTO: Jmizquierdo. Roble florido en Cabrero. Valle del Jerte)

jueves, enero 26, 2012

II Acuerdo para el empleo y la negociación colectiva 2012-14 Los más de cinco millones de parados exigen un esfuerzo como el que supone este acuerdo (Toxo)

Ayer se firmo el acuerdo entre las organizaciones sindicales CCOO y UGT y empresariales CEOE y CEPYME, por la importancia del mismo adjunto enlace al texto firmado e incorporo un artículo de Joan Coscubiela, actualmente diputado en el Congreso por ICV-IU  y ex secretario general de CCOO en Cataluña, que a mi entender, puede  permitir una interpretación  más allá de los contenidos tangibles del mismo. Es un acuerdo que nace en un contexto que  Ignacio Fernández Toxo califico como difícil, susceptible de empeorar;  señalando que  "Los más de cinco millones de parados exigen un esfuerzo como el que supone este acuerdo".

Joan Coscubiela
Periódico Digital Nueva Tribuna
 Asumiendo los riesgos de verter una opinión rápida sobre un tema complejo, estos son los aspectos que me parecen más relevantes. Esta opinión, que es personal –como todas por cierto– la emito desde mi actual condición de diputado por ICV-EUiA en el Congreso de Diputados, pero sin duda marcada por mi experiencia como abogado laboralista y profesor de Derecho del Trabajo, además de por mis años de responsabilidad sindical en CCOO.

Este preacuerdo debería condicionar el proyecto de Reforma laboral del Gobierno español, dados los innumerables requerimientos que tanto su Presidente, la Vicepresidenta o la Ministra de Trabajo han hecho a sindicatos y patronales para que llegarán a acuerdos. El Gobierno y el Parlamento tienen sin duda la legitimidad democrática para hacer lo que consideren oportuno, pero no seria muy lógico que después de tantos emplazamientos y los requerimientos al diálogo social el Gobierno, ahora se prescindiera de sus resultados.


A mi entender la importancia de los acuerdos estriba en que se hacen propuestas que van en una línea distinta –en ocasiones contraria– a la que había apuntado el gobierno y defendido por algunos lobbys para la Reforma Laboral. Especialmente en el terreno de la estructura y articulación de la negociación colectiva, en el gobierno de las formas de flexibilidad interna en las empresas como alternativa a la destrucción de empleo y en la regulación de los descuelgues empresariales en relación al contenido de los convenios sectoriales. Sin duda los márgenes que tienen el Gobierno del PP en relación a lo pactado por sindicatos y patronales son amplios, pero el preacuerdo dibuja unos equilibrios entre “necesidades de las empresas” y “derechos de los trabajadores” que se desmarcan de lo que durante estos meses ha sido la “hegemónica opinión publicada” por parte de los grupos de presión que están intentando “dictar” la reforma.



ESTRUCTURA DE NEGOCIACIÓN COLECTIVA


En relación a la estructura de la negociación colectiva el preacuerdo no asume la pretensión de que los convenios de empresa tengan prioridad –incluso “in peius”– en relación a los convenios sectoriales. Lo acordado propicia la negociación de jornada laboral, funciones y salarios a nivel de empresa, por la vía de que los convenios o pactos de empresa desarrollen lo establecido en convenios sectoriales. Pero la formula acordada esta muy lejos de la primacía del convenio de empresa sobre el sectorial que exigían algunos grupos de presión. Primero porque se ratifica que sean los Convenios sectoriales estatales o de CCAA los que establezcan las reglas de articulación y vertebración en cada sector. Y segundo, porque se apuesta por preservar los convenios provinciales – que la anterior reforma del 2011 había situado en vía muerta-. Y además se hace con el argumento de que los convenios provinciales son por su proximidad a las empresas – especialmente las PIMES- los que mejor pueden aplicar la flexibilidad negociada y los que hoy por hoy ofrecen más cobertura contractual a empresas y trabajadores.


FLEXIBILIDAD INTERNA


El acuerdo apunta la importancia de la flexibilidad interna como alternativa a los despidos, pero hace algo más. Dibuja el marco de referencia delo que debe considerarse flexibilidad, distingue entre la flexibilidad ordinaria y la extraordinaria temporal y establece criterios y normas para su gobierno.


La flexibilidad interna queda acotada por las organizaciones empresariales y sindicales a los aspectos de tiempo de trabajo, funciones de los trabajadores y movilidad funcional y salario. Y sobre estos aspectos versa el preacuerdo firmado, que distingue entre “flexibilidad ordinaria” y “extraordinaria temporal “. Lo acordado por las partes es de cierta complejidad y deja interrogantes –como siempre– sobre como se plasmará en los convenios colectivos o en las reformas legislativas. Pero apunta algunos criterios importantes.


De entrada no se recoge la vieja pretensión de algunos sectores empresariales de autorizar, vía artículo 41 del Estatuto de los Trabajadores, que lo establecido en convenio colectivo pueda ser modificado unilateralmente por las empresas. Ello sin duda no excluye que el Gobierno del PP pueda hacerlo, pero si lo hace será al margen y contradiciendo lo acordado por los agentes sociales.


En relación a la flexibilidad interna ordinaria se reiteran algunos criterios de otros acuerdos anteriores y se reproduce el actual marco legislativo, con algunas novedades. Se orienta a que los convenios colectivos faciliten que la empresa pueda distribuir irregularmente un 10% de la Jornada anual de trabajo y que las empresas dispongan de una bolsa horaria de 5 días o 40 horas. Del texto parece desprenderse que esta flexibilidad interna ordinaria que los convenios colectivos deberán regular, esta condicionada en su aplicación a que exista acuerdo de la empresa con los representantes legales de los trabajadores (secciones sindicales o Comités de Empresa). Y en caso de no existir representación legal el acuerdo con las organizaciones sindicales firmantes del convenio sectorial, salvo que los trabajadores quieran elegir una comisión “ad hoc” para que les represente en las negociaciones. Lo acordado elude el riesgo de dejar en la unilateralidad empresarial la decisión de aplicar la flexibilidad interna ordinaria acordada en el convenio de referencia.


Una regulación distinta han previsto los firmantes para las necesidades de” flexibilidad extraordinaria temporal” que como la ordinaria se limita a tiempo de trabajo, movilidad funcional y estructura del salario. Aunque los firmantes también derivan su regulación a la negociación colectiva, concretan estas necesidades como las motivadas circunstancialmente por razones económicas, técnicas, organizativas y de producción, tal como las define el artículo 41 del ET – el actual o el que se reforme-. Y lo más significativo del acuerdo en este apartado puede ser los mecanismos de gestión de esta “flexibilidad extraordinaria temporal”. En estos supuestos, una vez comunicada la decisión empresarial a los trabajadores, si existiera desacuerdo deberá intervenir la Comisión Paritaria del Convenio y en su caso los mecanismos de mediación y arbitraje. No parece concretarse si la decisión será ejecutiva o deberá esperar al pronunciamiento de la Comisión Paritaria o de los servicios de mediación y arbitraje.


DESCUELGUES DEL CONVENIO COLECTIVO SECTORIAL.


El preacuerdo “somete a la consideración de los legitimados para suscribir convenios colectivos sectoriales, la conveniencia de incluir cláusulas de inaplicación temporal negociada de determinadas condiciones de trabajo”.


De una parte supone una ampliación de las posibilidades de descuelgue más allá del régimen salarial previsto en el artículo 82,3 del ET a otras materias como horario y distribución de tiempo de trabajo, régimen de trabajo a turnos, sistema de remuneración, sistema de trabajo y rendimiento y movilidad funcional que exceda lo regulado en el artículo 30 del ET. De otra se condiciona a la regulación de las causas y procedimiento a lo que se fije en cada convenio sectorial. Y lo que es más importante, la inaplicación sólo se podrá efectuar por acuerdo entre empresa y los representantes de los trabajadores. Y en caso de desacuerdo se podrán someter las discrepancias a la Comisión paritaria del convenio estatal o en su caso recurrir a los Sistemas de Solución de Conflictos vía mediación o arbitraje.


INCIDENCIA DEL ACUERDO EN LA REFORMA LABORAL


Desde una perspectiva política me atrevo a decir que el preacuerdo acota, limita y condiciona la acción del gobierno en su proyecto de Reforma laboral, salvo claro que el PP decida hacer caso omiso a los resultados del dialogo social, en contra de lo que ha venido pregonando hasta ahora.


En cuanto a sus contenidos el preacuerdo comporta de una parte una ampliación de los mecanismos de flexibilidad interna de las empresas, más allá de los que hoy están establecidos en nuestro marco de relaciones laborales. Se trata de una ampliación que las partes han acordado debe canalizarse a través de la negociación colectiva y que tiene como hilo conductor la necesidad de que los mecanismos de flexibilidad sean pactados.


Resulta también significativa la voluntad de mantener la actual estructura de negociación colectiva, desoyendo las recomendaciones o exigencias de desvertebración de la negociación, a partir de la primacía del convenio de empresa que algunos sectores empresariales y grupos de presión están exigiendo reiteradamente. En este sentido el preacuerdo ha rechazado las llamadas a dar carta de naturaleza a la unilateralidad empresarial con control judicial a posteriori.


Fuera del acuerdo -posiblemente porque nunca haya sido objeto de negociaciones- quedan otros aspectos de las relaciones laborales que el Gobierno del PP ha anunciado que forman parte de la reforma laboral. Entre ellos, la regulación de las modalidades de contratación, la regulación de las causas de despidos objetivos por causas económicas, técnicas, organizativas o de producción y los procedimientos, así como los procesos de despido y sus costes. Es en este terreno donde el Gobierno del PP va a tener más margen político, al margen de lo acordado por sindicatos y patronal.


Aunque es probable que estos días la información que nos llegue hable de una acuerdo sobre los salarios de los próximos tres años –2012/2014- mi opinión es que lo más importante del acuerdo y lo que puede tener una incidencia más profunda en nuestro modelo de relaciones laborales y en la próxima y anunciada reforma laboral no son los acuerdos sobre salarios, sino los acuerdos sobre estructura de negociación colectiva, flexibilidad interna y descuelgue empresarial de los convenios sectoriales, que he intentado descifrar en estas notas de urgencia.

Descarga el acuerdo en PDF

lunes, enero 23, 2012

35 años de los asesinatos de los abogados laboralistas de Atocha, en Madrid.

24 de enero se cumple el 35º aniversario de la muerte de los abogados de Atocha. Comisiones Obreras de Madrid lo conmemora con un acto de homenaje en el que se procederá a la entrega de los Premios Abogados de Atocha que este año se conceden al escritor y economista José Luis Sampedro.






viernes, enero 20, 2012

Adiós al Estado de bienestar

Escultura de Rodin
 Artículo de Carlos Berzosa, Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Complutense de Madrid, publicado en el periodico digital Nueva Tribuna.


Uno de los mayores logros alcanzados por el capitalismo en el siglo XX fue el nacimiento, desarrollo y consolidación del Estado de bienestar. Ha sido en la Europa democrática de posguerra en donde se avanzó más en el desenvolvimiento de los derechos sociales. El Estado de bienestar fue una conquista de los trabajadores, pero también respondió, precisamente por ello, a un intento por parte de los poderes políticos y económicos del capitalismo en dar concesiones a la clase obrera con el fin de evitar el triunfo de posiciones más radicales y revolucionarias que se oponían a este sistema económico. El miedo que se generó tras la revolución rusa contribuyó a ello.

El Estado de bienestar puso de manifiesto que dentro del capitalismo fue posible combinar el crecimiento económico, el pleno empleo y una cohesión social. Su desarrollo fue desigual entre los diferentes países, y ha sido en los países escandinavos en donde se ha conseguido un mayor avance en los derechos sociales. Aun así, otros países europeos, fundamentalmente Francia, Alemania, los que integran el Benelux, y en su día Reino Unido, alcanzaron cotas de bienestar estimables. Entre los países del sur de Europa, Italia quedó rezagada, y no hubo tal Estado de bienestar en los que estaban dominados por dictaduras, como España, Grecia y Portugal.

El Estado de bienestar no acabó con muchos males que se derivan del funcionamiento del sistema capitalista, pero sí supuso un avance notable en distribución de renta, en la oportunidad que tuvieron las clases trabajadoras de acceder a bienes y servicios que habían tenido vedados en la historia anterior del capitalismo, lo que supuso mayores posibilidades de promoción económica y social para los trabajadores. La igualdad en derechos y oportunidades comenzó a hacerse una realidad, aunque siempre limitada por la naturaleza de desigualdad social y cultural que genera el capitalismo.

La crisis de los años setenta supuso un ataque, desde diversos frentes, al modelo capitalista regulado de posguerra, al keynesianismo, y al Estado de bienestar. La imposición como dominante del paradigma económico que defendía el predominio del mercado frente a cualquier tipo de intervención pública afectó a la posible pervivencia del Estado de bienestar.

El combate que llevó a cabo Thatcher contra el Estado de bienestar, y la clase obrera británica, en especial contra los mineros, y la influencia que sus ideas, así como las de Reagan, estaban ejerciendo en el mundo, hacía desde luego temer por la supervivencia del Estado de bienestar tal como se había conocido. Si a esto se le añade la aparición en el escenario económico mundial de los Nuevos Países Industriales (NPI) y su gran capacidad de penetración en los mercados de los países desarrollados, la idea que se defendía es que el Estado de bienestar era una rémora para que los países europeos pudieran competir con éxito en el mercado global. Así que, no solamente se consideró que la financiación del bienestar era muy costosa e inviable a medio y largo plazo, sino que encima le hacía perder posiciones a Europa en la economía mundial.En este sentido, me resultó muy llamativa la alusión que hacía a ello, un autor como Mishra, especialista en el estudio del Estado de bienestar. Había escrito este autor un libro sobre “La crisis del Estado de bienestar”(Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales) que fue publicado a principios de los ochenta, y en el prólogo que hace a la traducción al castellano, a primeros de los años noventa, confesaba que cuando publicó el libro y ante lo que estaba sucediendo, lo que supuso es que el Estado de bienestar no resistiría ese ataque, pero que, sin embargo, se podía observar que si bien magullado y con heridas había resistido diez años después de plantear aquello. La razón de esta resistencia era clara: la ciudadanía europea en su gran mayoría defendía la existencia del Estado de bienestar.

La caída de muro de Berlín y un poco después del modelo soviético contribuyó a reforzar más las ideas favorables al fundamentalismo de mercado con lo que las críticas al estado de bienestar no hacían más que crecer. El declive del movimiento obrero tradicional y la decadencia de la socialdemocracia contribuyó a que se reforzaran las posturas contrarias a la intervención pública y se tratara por todos los medios de desprestigiar a un modelo de desarrollo, que se suponía que se encontraba obsoleto y producto de un pasado más que de un futuro que se nos anunciaba lleno de prosperidad si se seguían las directrices marcadas por la nueva ortodoxia económica. De todos modos, el estado de bienestar ha seguido resistiendo, incluso con enemigos dentro de casa, como es el caso de algunos socialistas que se han dejado llevar por el neoliberalismo económico.

En España, el Estado de bienestar se desarrolla con la llegada de la democracia, y sobre todo, en la década de los ochenta. Llegamos tarde como consecuencia de la larga dictadura. Desde entonces ha habido progresos indudables en la sanidad, educación, y en el conjunto de las prestaciones sociales. Sin embargo, como ha puesto de manifiesto en sus artículo y libros Vicenç Navarro, el Estado de bienestar español se encuentra subdesarrollado con relación a los países más avanzados de Europa. Los logros que un proceso histórico son indudables y más si se les compara de dónde se viene, no obstante, tienen sus puntos negros al no haber avanzado más en los derechos sociales de lo que se ha hecho, cuando, además, se podía haber llevado a cabo con un sistema fiscal más justo, equitativo, y más combativo contra el fraude.Las políticas que se siguen en la Unión Europea son un peligro para el Estado de bienestar, pero en España, lo es aún más, pues con lo que se está haciendo las cosas no pueden ir si no a peor, como es que se está recortando en aquello que ha sido un progreso social. La ortodoxia contra el déficit que se sigue y sin políticas compensatorias para lograr el crecimiento económico y hacia los más afectados por la crisis hace temer lo peor. Tal vez haya que decir adiós al Estado de bienestar si no se corrigen las actuaciones de política económica. Lo malo de España es que ya estamos diciendo a muchas cosas adiós sin haber alcanzado las cotas delos países de Europa. Es como un caramelo que se nos quita sin haberlo saboreado del todo.

Lo que no ha conseguido la caída del muro de Berlín, el fundamentalismo de mercado, tantos factores mencionados, lo va a conseguir la crisis, pero sobre todo, los remedios propuestos para solucionarla. El Estado de bienestar no está ya solamente magullado, sino herido de muerte. No se debe olvidar lo que constata Mishra si ha resistido es porque cuenta con gran consenso entre la ciudadanía europea. Ahora, esa ciudadanía lucha de diferentes maneras para defender los derechos que quedan. Esta es nuestra esperanza.

jueves, enero 05, 2012

La tripulación del Titanic (Acumulando madera)

Escultura de Rodín en Plaza Mayor de Cáceres
Artículo de opinión del historiador Josep Fontana, publicado en el diario Público el  pasado 3 de enero  de 2012, en el que desmonta las virtudes de las políticas de recortes y austeridad del Gobierno, las considera inútiles y perniciosas, recordando que la recesión de los años treinta se superó a costa del endeudamiento del Estado.

Las fotografías del nuevo equipo de Gobierno español desprenden un aire de incertidumbre, como el de los tripulantes de un navío que se encamina al desastre y que, incapaces de evitarlo, se resignan a su destino. Se explica así que hayan puesto al frente de la economía a un antiguo dirigente de Lehman Brothers, la primera gran empresa financiera que se hundió en 2008. Él, por lo menos, ya sabe cómo encaminarse al abismo con dignidad -y con un lugar asegurado en el bote salvavidas- y puede preparar a sus compañeros para este naufragio anunciado.

Se han olvidado las reglas que sirvieron para superar la recesión de los años treinta: auxiliar a las empresas para evitar su colapso y aliviar el sufrimiento de los trabajadores con una política social adecuada. Todo ello a costa del endeudamiento del Estado, que pudo compensarlo al salir de la crisis. Se ha escogido ahora, en cambio, la vía del auxilio a las empresas sin costes para el Estado, descargando todo el peso sobre las clases medias y los trabajadores. Eso es precisamente lo que significan las políticas de austeridad, como la que el PP se dispone a imponer de manera salvaje, tal como indican sus primeras decisiones económicas.

Parecen no querer enterarse de que hay cada vez más expertos que denuncian que esta política de austeridad es no sólo inútil, sino perniciosa. Lo sostiene, por ejemplo, Richard Koo, economista jefe del Nomura Research Institute de Tokio, quien afirma que evitar el despilfarro en el gasto público es conveniente cuando el sector privado está en plena forma y maximiza beneficios, pero que nada resulta peor que restringirlo cuando un sector privado en mal estado está agobiado por sus deudas. Actuar sobre una economía que no invierte reduciendo el gasto público no hace más que agravar la situación, sin contar con los efectos que tiene sobre el bienestar común: en Grecia, por ejemplo, faltan ya en los hospitales medicamentos esenciales, incluyendo las vacunas, lo que puede conducir a que resurjan la poliomielitis o la difteria.

Cuando pasó por España, en noviembre de 2011, Richard Koo insistió en que la crisis sigue siendo esencialmente bancaria, aunque haya acabado contagiando a la economía y a las cuentas públicas, y que pensar que estos problemas se resuelven "con una sobredosis de ajustes" y con reformas constitucionales "es un completo disparate". Una opinión cercana a la que expresaba Paul Krugman cuando, valorando las nuevas medidas de austeridad anunciadas por los dirigentes europeos, las calificaba de "pura insensatez".

En efecto, un análisis de las cifras de las últimas décadas muestra que los problemas de los países del sur de Europa no proceden de un exceso de gasto público, sino que son consecuencia de la propia crisis: de haber transferido al Estado, esto es, al conjunto de los ciudadanos, el coste de los errores de bancos y empresas privadas. En una nota publicada el 29 de diciembre pasado, Krugman demuestra que la relación entre la deuda pública y el PIB de estos países estuvo mejorando hasta 2007, lo que significa que su situación actual no es el resultado de un exceso anterior de gasto público.

En el mismo sentido se expresa Steve Keen, uno de los pocos economistas que previó la crisis de 2008, quien ha calificado como "una fantasía insensata" que se pretenda culpar a la deuda del Gobierno, cuando la crisis se debe ante todo a una burbuja de deuda privada que finalmente ha estallado, lo que le lleva a criticar severamente la lucha contra el déficit, que va a implicar que el Gobierno retire recursos de la circulación. El resultado final de las políticas de austeridad lo sintetiza así Krugman: "Como las familias están obligadas a estrecharse el cinturón, el Gobierno deberá estrechárselo también; y así seguiremos estrechándolo todo el tiempo hasta que lleguemos a una completa depresión".

Lo ocurrido en los últimos años en la sociedad norteamericana nos indica a qué futuro conduce la austeridad: a un empobrecimiento de los más y un aumento de la riqueza de unos pocos. La desigualdad social ha aumentado en los últimos años hasta tal punto que, según el Factbook de la CIA, Estados Unidos es hoy una sociedad más desigual que Pakistán, Etiopía o Kazajistán. Dos noticias de prensa publicadas en fechas cercanas a esta Navidad lo ilustran: una nos dice que la remuneración de los dirigentes de las 500 mayores empresas aumentó en un 36,5% en 2010 y otra, que, en el mismo año, hubo 1.600.000 niños norteamericanos sin hogar, lo que representa un aumento de un 38% respecto de las cifras de 2007.

El Partido Popular nos conmina ahora a aceptar una política que recorta nuestros ingresos y aumenta los impuestos que nos gravan -sobre todo a aquellos que no podemos acogernos a la ingeniería fiscal para evadirlos, como lo hacen los titulares de las grandes fortunas- con la promesa de que la práctica de esta virtud acabará llevándonos a un grado de felicidad semejante al de los siete millones de trabajadores alemanes que perciben sueldos inferiores a los 400 euros y no tienen derecho a la sanidad pública ni a una pensión del Estado.

Puedo entender que quienes dirigen nuestra política y nuestra economía, con ingresos anuales de millones de euros, encuentren aceptable este programa, que les beneficia personalmente. 

¿Pero lo aceptarán sin protesta los que tienen que pagar sus costes?

Josep Fontana, historiador

martes, enero 03, 2012

"Deudocracia" La crisis griega en documental

 "Debtocracy - Deudocracia" es un documental realizado por los periodistas griegos Katerina Kitidi y Ari Hatzistefanou, y distribuido en internet libremente por sus autores, que busca las causas de la crisis y de la deuda en Grecia, y que propone soluciones que no suelen ser difundidos por los medios tradicionales. Un buen instrumento para persistir en la cabezonería de ¡PENSAR...!