jueves, septiembre 13, 2007

EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA "UNA NUEVA TRINCHERA"

Con este artículo Pedro Reyes, responsable de proyectos europeos de CC.OO. de Madrid, se suma a las aportaciones realizadas que han contribuido a enriquecer el debate sobre Educación para la ciudadania, impulsado por la Fundación Sindical de Estudios de CCOO
La dificultad de la iglesia católica española para aceptar que el sentimiento religioso se está transformando en una experiencia íntima que prescinde progresivamente de mediadores institucionales entre el hombre y lo sobrenatural, le está haciendo perder la perspectiva de este tiempo histórico, al mismo tiempo que con voces altisonantes reclama una atención excesiva del conjunto de la sociedad civil que terminan por alterar la normal convivencia de los españoles.La actual jerarquía eclesiástica, ha sido (es) incapaz de dar continuidad a la posición que con tanto sentido común adoptó la iglesia a finales de los 60 y durante la década de los 70, que anticipándose a la transición de la dictadura a la democracia, y en coherencia con esa nueva situación, dejó de considerar al estado como un instrumento subordinado a la iglesia y contribuyó a su legitimación y a la de sus gobernantes.Por desgracia aquel impulso que significaba que la iglesia- institución renunciaba a mantener la impunidad frente al poder temporal no se ha consolidado y vuelve a las andadas, es decir, a reclamar para sí , una situación de monopolio que le permita imponer creencias y comportamientos para un ideal de salvación que cada día encuentra menos depositarios..
Por fortuna las leyes del mercado han llegado a las conciencias y afectan a la oferta y a la demanda religiosas, garantizando el fin del monopolio y convirtiéndolo en un mercado competitivo y abierto por el que circulan, humanistas, racionalistas, relativistas, librepensadores, ateos, cristianos judíos, musulmanes, protestantes, evangelistas, se imaginan el etc.
Este panorama de competencia no permite hoy el binomio imposición-sumisión que la iglesia católica institucional ha utilizado tradicionalmente para ejercer su papel de mediación entre Dios y los Hombres, es más la iglesia ha perdido buena parte de ese papel mediador y se obstina en pecar de soberbia para recuperarlo.
Superado en occidente el ideal de teocracia hace más de 500 años, que razones hay para seguir negando la Razón y no aceptar definitivamente que “y sin embargo se mueve”.La actual polémica a cuenta de la “educación para la ciudadanía”, no es tal, es una trinchera mas, que sucede a las levantadas anteriormente en contra de la utilización de las células madre con fines terapéuticos, o a la legalización de los matrimonios homosexuales y que antecede sin duda, al derecho a tener una muerte digna y a cuantas exigencias y necesidades plantee la sociedad global para resolver sus problemas vitales por una vía distinta a la del sufrimiento.Y si no hay polémica, menos aún choque de legitimidades.
El estado y sus gobernantes tienen la responsabilidad de ofrecer soluciones aconfesionales a las nuevas exigencias sociales.La iglesia católica tiene plena autonomía para decidir que soluciones ofrece a las demandas de sus fieles, todo indica que su apuesta más consistente expresada por sus máximas autoridades, es la vuelta a la misa de espaldas y en latín. “Cabe mayor elocuencia”.
Por último y en lo que hace referencia a lo más idiosincrásico, se nos olvida a menudo que si bien hemos vivido 40 años de dictadura que sin duda son un mundo, ya llevamos 30 de democracia, suficientes para cerrar algunos temas pendientes como por ejemplo el que hace referencia a no seguir considerando a la iglesia católica un sector estratégico ni social ni económicamente para la vida de nuestro país y por consiguiente proceder a culminar el inacabable proceso de privatización.Hasta la fecha ha faltado coraje político, comprensible en la derecha española que como es sabido no hunde precisamente sus raíces en el liberalismo europeo sino mas bien en el nacional-catolicismo decimonónico. Inadmisible en la izquierda democrática que parece temerosa de ser arrojada al fuego eterno.