viernes, marzo 05, 2010

8 de marzo. Día de la mujer (trabajadora)

Día Internacional de la Mujer: El último día de febrero de 1908, las organizaciones de mujeres socialistas convocaron el primer Dia Internacional de la Mujer con el objetivo de reivindicar tanto el derecho al sufragio como los derechos políticos y económicos de las mujeres.

La Segunda Conferencia de Mujeres Socialistas, celebrada en Copenhague en agosto de 1910, estableció el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer. Clara Zetkin y Kathy Duncker (Partido Socialista Alemán) presentan las siguiente propuesta:"En unión organizaciones de clase, partidos políticos y sindicatos proletarios en cada país, las mujeres socialistas del mundo celebrarán cada año un Día de la Mujer. Su objetivo principal será obtener el derecho a voto de la mujer. Esta demanda debe ser levantada dentro del contexto global de los asuntos concernientes a las mujeres de acuerdo a los principios socialistas. El Día de la Mujer debe tener un carácter internacional y debe ser preparado cuidadosamente."

La superwoman
Desafortunadamente en nuestra sociedad el tiempo es una mercancía más del mercado, se vende y se compra. Esa misma sociedad desvalora, invisibiliza aquello que no tiene un valor económico, por tanto solo existe el tiempo que se vende. El que no se vende no existe. Así los hombres y las mujeres no solo organizamos la vida en torno a nuestro trabajo, sino que los proyectos de vida de las personas, están regulado por el tiempo del trabajo remunerado.
La sociedad sigue asignando de manera prioritaria el rol de vendedor de tiempo al género masculino, una dedicación que precisa una disponibilidad laboral absoluta para alcanzar el éxito social. A la mujer se le determina un rol de cuidadora cuyo tiempo carece de valor mercantil. El tiempo no asalariado es vacio y sin sentido, ajeno a la realización personal. El éxito de la mujer es tener bien cuidado al cabeza de familia, al proveedor de los ingresos.
Esta dinámica provoca la invisibilidad del trabajo no asalariado, es decir, el trabajo domestico-familiar, generando desigualdad en las mujeres, obligadas a asumir doble jornada.
En este escenario las mujeres están atrapadas por el tiempo, pues deben hacer frente a un tiempo continuo que acumula el trabajo remunerado y el trabajo doméstico-familiar, una doble presencia que se expresa en el gobierno de lo familiar, pues asumen la organización y la gestión de lo doméstico de manera efectiva, más allá de que la ejecución de las tareas las realizan ellas personalmente o puede salariarla.
Existe una gran desigualdad en la participación de hombres y mujeres en el trabajo doméstico-familiar, que puede medirse estadísticamente. Esta situación hace que los hombre y mujeres tengamos un uso desigual del tiempo que vivimos y que percibimos. La solución emana de una socialización diferente, de la coeducación y del desarrollo de un estado de bienestar generador de equidad entre clases sociales, géneros, generaciones y etnias.
Sincretismo de Género El término Sincretismo de Género se utiliza para definir a las mujeres contemporáneas, porque cada una posee atributos de género tradicional y moderno de manera simultánea. La mujer del siglo XXI tiene que hacer frente al trabajo asignado por el patriarcado en el entorno doméstico y a la vez, lograr su desarrollo individual para formar parte del mundo moderno, a través del éxito y la competencia en el mercado laboral. El resultado son millones de mujeres tradicionales-modernas a la vez. Mujeres Atrapadas en una relación inequitativa entre cuidar y desarrollarse. La cultura patriarcal fomenta el sincretismo de género al introducir de manera irracional la satisfacción del deber de cuidar convertido en deber natural de las mujeres y, por tanto, deseo propio y, al mismo tiempo, la necesidad social y económica de participar en procesos educativos, laborales y políticos para sobrevivir en la sociedad patriarcal del capitalismo salvaje. En definitiva el modelo “superwoman”, una forma moderna de misoginia camuflada de modernidad, que hace que el trabajo se multiplique en las mujeres, sin que los varones nos sintamos aludidos.
Obstáculos para la igualdad de mujeres y hombres
Existen dos elementos claves, uno relacionado con los varones contemporáneos, que no hemos sido capaces de cambiar lo suficiente como para modificar nuestra relación con las mujeres y nuestros posicionamientos en los espacios domésticos, laborales e institucionales. Seguimos sin considerar valioso cuidar porque, de acuerdo con el modelo predominante, significa descuidarse, perder, ser ignorado.
El otro elemento es el desigual reparto de roles de género y la valoración social de los mismos, que asigna el patriarcado a la mujer. Este elemento está en el centro de las contradicciones de género entre mujeres y hombres. La sociedad reproduce una organización antagónica entre sus espacios. El papel de cuidadoras asignado a la mujer es uno de los mayores obstáculos para la igualdad.
El feminismo del siglo XX ha realizado la crítica del modelo “superwoman” y ha denunciado la explotación de las mujeres a través del trabajo invisible y de la desvalorización de muchas de sus actividades, incluso del trabajo asalariado, de la relativa exclusión de la política y de la ampliación de una cultura misógina simbólica e imaginaria. Sin embargo queda por desmontar el deber ser cuidadoras de las mujeres, la doble jornada y la doble vida resultante. Eso significa realizar cambios profundos en la organización socioeconómica: en la división del trabajo, en la división de los espacios, en el monopolio masculino del dinero, los bienes económicos, y en la organización de la economía, de la sociedad y del Estado.
Con las mujeres subordinadas a la organización social, a las instituciones como la familia, la iglesia y el Estado, y a los hombres, se perpetuará la estructura sincrética de la mujer, impidiendo las gratificaciones posibles del cuidado en libertad y equidad.
La vía de la socialización del trabajo doméstico y de la transformación de algunas actividades domésticas, familiares y privadas en públicas, mejora la vida de las mujeres, liberando tiempo para el desarrollo personal integral, que sin duda redunda en la mejoría en la calidad de vida y en la autoestima de las mujeres y de las sociedades que aplican estas medidas, pues es evidente el desarrollo social, cultural y político de las sociedades que así se han estructurado y el empobrecimiento y retraso de quienes no lo aplican o retroceden.
Necesitamos mujeres el empoderadas.
Porque el empoderamiento define los cambios en pos de la eliminación de las causas de la opresión de las mujeres, tanto en la sociedad como en sus propias vidas. Dichos cambios abarcan desde la toma de conciencia, los ingresos, la salud, la ciudadanía y los derechos humanos. Se trata de generar poderes positivos, poderes personales y colectivos. Poderes vitales que permitan a las mujeres hacer uso de los bienes y recursos de la modernidad, indispensables para el desarrollo personal y colectivo de género en el siglo XXI.

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