sábado, mayo 30, 2009

Declaración sobre el trabajo como elemento clave en un sistema democrático

Que enpiece a correr en la red extremeña una declaración sobre el trabajo y su centralidad democrática que impulsa el sindicalismo confederal pretende dar la réplica al manifiesto de los 100 economistas que predicaban la reforma laboral a través del contrato único y el abaratamiento del despido. Se trata de una declaracíón que pueden firmar profesores universitarios y expertos en ciencias sociales - derecho, economía, sociología, antropología - y que se hará pública a mitad de junio. La esencia de la participación ciudadana y del sindicalismo es no PERMANECER INDIFERETES ANTE EL MUNDO QUE NOS RODEA, por ello apoyo esta iniciativa. Para manifestar la adhesión enviar email as: joaquin.aparicio@uclm.es y antonio.baylos@uclm.es
EL TRABAJO, FUNDAMENTO DE UN CRECIMIENTO ECONÓMICO SOSTENIBLE

Declaración junio 2009.

De manera unánime, expertos de todas las disciplinas sociales, gobiernos y 0rganizaciones internacionales consideran que la legislación laboral no ha sido la causa de la crisis. Sin embargo, y por paradójico que resulte, las consecuencias de la misma están teniendo un intenso y negativo impacto sobre el empleo. La actual crisis económica internacional se produce debido a un crecimiento desregulado del sector financiero de la economía con una escasa supervisión, lo que, unido a otros factores económicos, ha venido generando un fuerte incremento de las desigualdades sociales a escala planetaria.
Entre otras, se puede extraer una lección del proceso de la crisis actual: los mercados son imperfectos de manera natural. Precisamente cuando la oscuridad, la falta de transparencia y la perdida de credibilidad en la actuación de los operadores se adueñan de los mercados financieros, se ponen de manifiesto los riesgos que acarrea un tipo de crecimiento basado en la revalorización de activos financieros frente a la generación de valor en la economía real y por tanto más necesaria resulta la intervención de reguladores públicos. En el caso español las lecciones a aprender también son importantes, porque si bien es correcta la regulación del sistema bancario, ha habido muchas carencias en la prevención de los riesgos derivados de la fuerte implicación de éste en la actividad inmobiliaria. A ello hay que añadir el pinchazo de la burbuja en dicha actividad, con la que convivíamos en los últimos años en el marco de un modelo de crecimiento extremadamente vulnerable.

ES TIEMPO DE ACTUAR PARA SALIR DE LA CRISIS Y PALIAR SUS EFECTOS.

La secuencia de salida de la crisis requiere de la intervención pública en, al menos, tres escenarios interconectados, temporal y funcionalmente. En primer lugar, se trata de frenar y revertir la estrategia conservadora de restricción del crédito, por la que han optado buena parte de las instituciones financieras, que está agudizando la delicada situación de las empresas y las familias. Lo prioritario es lograr un clima de confianza que impregne a todos los sujetos de la economía y la sociedad española, y estimule la definición de un proyecto de futuro con credibilidad y recursos para ponerlo en marcha, recursos públicos para impulsar políticas industriales y energéticas y recursos financieros para incentivar la actividad del sector privado.

Es urgente inyectar liquidez para hacer frente al endeudamiento del sistema financiero con el exterior e impulsar la circulación crediticia, al tiempo que se abordan sus problemas de solvencia, investigando en profundidad la situación de las principales instituciones financieras del Estado español.
No debería olvidarse el interés que tiene, en esta dirección, promover una red de entidades públicas que permitan al Estado canalizar sus recursos financieros directamente a la economía real, para sortear los problemas de distribución a los que se enfrenta en la actualidad su agencia financiera, el ICO.
En segundo lugar, el Estado ha de intensificar sus esfuerzos para paliar los efectos de esta crisis en los trabajadores, extendiendo las redes de protección a todos los desempleados y alargándola en el tiempo. Y en tercer lugar, ha de actuar incentivando la recuperación del consumo privado y la generación de empleo, a través de una política de incremento controlado del gasto publico, que promueva la creación de infraestructuras económicas y sociales, creando empleo y ofreciendo oportunidades de actividad productiva en los sectoresmás dinámicos de nuestro tejido empresarial, particularmente entre las PYME.Junto a estas actuaciones en el corto plazo, es también precisa la intervención del sector público para impulsar una salida de la crisis que lleve consigo un cambio paulatino y profundo del modelo productivo que ha agotado sus posibilidades de sostenibilidad en la actual crisis. Es necesario sustituir el modelo de crecimiento económico vigente hasta la fecha, apoyado en el uso intensivo de trabajo precario, mal remunerado y poco cualificado, por otro nuevo basado en la innovación que permita incrementar la calidad y la productividad del trabajo; de ahí el protagonismo que han de alcanzar las políticas industriales, energéticas y medioambientales y educativas para desbloquear los principales cuellos de botella que dificultan el cambio mencionado en España.Para ello se requieren también modificaciones profundas en las pautas y formas de gestión de las empresas, cubriendo lagunas tanto en el ámbito de la innovación gerencial y empresarial como en la formación de los trabajadores, para lo que la negociación colectiva tiene una importancia crucial. Es ahora,más que en ningún otro momento de nuestra historia moderna, cuando la innovación y la formación tienen la posibilidad de convertirse en el auténtico motor de la economía española.

LEJOS DE MANTENER POSTURAS INMOVILISTAS, SOSTENEMOS QUE LOS SISTEMAS ECONÓMICOS HAN DE SER RECONSTRUIDOS MEDIANTE LA ATRIBUCIÓN AL TRABAJO DE UNA INEXCUSABLE CENTRALIDAD.

El trabajo es la fuente primera y esencial de derechos de ciudadanía social, confiere libertad individual, asegura progreso económico, garantiza cohesión y solidaridad social y ofrece seguridad material. De ahí, la imperiosa necesidad de situar el trabajo en el centro de las políticas diseñadas por los agentes públicos y de las decisiones económicas adoptadas por los agentes privados. La creación de más y mejores empleos ha de ser un objetivo irrenunciable y compartido por poderes públicos, actores y organizaciones productivas.

No es promoviendo el despido sin causa ni control judicial, como se avanza hacia un mercado laboral en el contexto de un nuevo modelo económico más productivo. La pretendida simplificación en el régimen de la contratación terminaría haciendo aflorar su verdadero propósito: la simplificación del régimen de despido. Ya no habría, salvo en limitadísimas ocasiones, despidos procedentes ni improcedentes; el resultado sería la precariedad generalizada de los trabajadores y el abaratamiento del despido.

Por tanto si resulta unánime la opinión de la inexistencia de conexiones entre la actual crisis económica y la regulación del mercado de trabajo, no es en modo alguno congruente querer aprovechar la presente situación para reducir o eliminar derechos sociales. O en palabras más enérgicas, nos parece políticamente indecente pretender desplazar a los trabajadores una parte sustancial de los costes de la crisis económica.

Las medidas de reforma laboral que se adopten han de estar coordinadas con las medidas que se introduzcan para favorecer el cambio de patrón de crecimiento. En muy buena parte, la prosperidad de la economía española y el incremento de las tasas de actividad y de empleo han estado basados a lo largo de estos años atrás en un modelo económico que ha dado de lado, hasta terminar menospreciando, las inversiones generadoras de valor añadido, las políticas de investigación, innovación y desarrollo, favorecedoras de empleos cualificados, las mejoras de la competitividad mediante la innovación y el establecimiento y potenciación de servicios eficientes o, en fin, la búsqueda de la calidad en las acciones formativas de capital humano.

LA NEGOCIACIÓN COLECTIVA CONSTITUYE EL ESCENARIO NATURAL en el que pueden concretarse y tomar cuerpo las medidas de reforma del mercado de trabajo que se pacten en el Diálogo Social y sean transpuestas a las leyes respectivas. Una de las más urgentes necesidades de nuestro sistema de relaciones laborales es modificar el principio rector dominante en la gestión de la mano de obra, que de estar anclado en el uso y abuso de reglas de flexibilidad externa (contratación temporal y despido con escasos controles) ha de transitar a fórmulas de flexibilidad interna, negociada y con participación sindical. Y ahí es donde la actividad contractual colectiva puede colaborar de manera eficiente y equitativa. Por lo demás, la adecuada contribución de la negociación colectiva a estas tareas precisa la inmediata y urgente adaptación de su estructura, que ha de racionalizarse a través de unas técnicas de vertebración y articulación dotadas de seguridad y certidumbre jurídica, atributos éstos que son los que, precisamente, hoy no ofrece el marco legal. Estos cambios han de orientarse hacia la búsqueda de mayores niveles de productividad del trabajo, que no en la disminución en los niveles salariales o en la generalización de la precariedad laboral.

NO PERMANECEREMOS INDIFERENTES AL TIEMPO QUE NOS HA TOCADO VIVIR. Y por ello rechazamos visiones que consideramos profundamente equivocadas, que sólo cualifican como adecuadas las reformas laborales que contienen recortes en los derechos sociales y laborales. Por el contrario, abogamos por un horizonte de cambios estructurales que propicien una economía más productiva y consecuentemente un trabajo decente, más cualificado y, por extensión, más productivo. El trabajo es la fuente primera y esencial de derechos de ciudadanía social, confiere libertad individual, asegura progreso económico, garantiza cohesión y solidaridad social y ofrece seguridad material.

jueves, mayo 28, 2009

Jornada "Europa: trabajo y cidadanía"

El fomento de la ciudadanía plena es uno de los cometidos de la Fundación Cultura y estudios de CCOO de Extremadura, por ello esencial fomentar la participación activa en las elecciones europeas del próximo 7 de junio. Participación consciente y consecuente. Conocer lo que decidimos en estas elecciones me parece básico, por ello os propongo estas jorndas que se celebrará el 2 de Junio en el Centro Cultural Alcazaba de Mérida (C/ John Lennon 5). La jornada tiene como destinatarios el mundo del trabajo y el conjunto de la ciudadanía extremeña -Ver programa-

La celebración de las elecciones europeas de junio de 2009 es un proceso político y democrático que afecta de manera determinante a todos los ciudadanos y ciudadanas de Extremadura y de manera espacial a los trabajadores y trabajadoras, pues no podemos olvidar que Europa ha adoptado más de 60 leyes sociales que benefician al mundo del trabajo, en cuestiones como la salud, la seguridad, la igualdad, la participación la información, la consulta, etc. Pero Europa también es un riesgo, pues igual que se aprueban leyes que fomentan en el sistema social europeo, hay tendencias que intentan desmantelar derechos y logros conquistados a lo largo de la historia.

Por todo ello esta jornada tiene como objetivo fomentar el conocimiento del papel preeminente de las instituciones europeas para el mantenimiento del sistema social europeo, conocer las propuestas de los agentes sociales europeos, conocer las distintas propuestas de las organizaciones políticas, en relación a la recuperación económica, los derechos fundamentales, el modelo social europeo, el desarrollo sostenible y el gobierno de la Unión y fomentar la participación activa de los ciudadanos y ciudadanas en el proceso electoral.
Las jornadas incluyen una ponencia de Juan Moreno extremeño y miembro del Consejo Económico y Social Europeo, responsable igualmente para América Latina de la CES. También se realizará una interesante mesa redonda con la participación de representates del PSOE, PP e IU de Extremadura. INSCRIPCIONES
Enviar mail: culturayestudios@extremadura.ccoo.es con apellidos, nombre, mail y teléfono Asunto: Jornada de debate sobre Europa: trabajo y ciudadanía
Lugar de celebración
Centro Cultural Alcazaba C/ John Lennon, 5 Mérida

Declaración de París de la Confederación Europea de Sindicatos para combatir la crísis

Los días 27 y 28 de mayo se reunen en París los dirigentes sindicales europeos en una conferencia organizada por la Confederación Europea de Sindicatos (CES) para discutir de las soluciones a la crisis. En esta conferencia los sindicatos europeos adoptaron la Declaración de París, que reproduzco a continuación.
La Declaración de París de la CES
Europa se enfrenta a un retorno del desempleo masivo. El número de empleos llamados a desaparecer en el transcurso del año es tan elevado que hay que remontarse a los años 30 para encontrar cifras comparables. Y sin embargo, a día de hoy, la respuesta de las autoridades (tanto europeas como nacionales) es inadecuada para la magnitud del problema.
Este fuerte aumento del desempleo se explica por el dominio del modelo económico neoliberal en el curso de los 30 últimos años, un modelo cuyo colapso ha provocado la catástrofe económica que Europa y el resto del mundo están viviendo actualmente. Son muchos los que se han dedicado, en el ampuloso sector de los servicios financieros, a practicar una versión moderna de la alquimia. Se ignoró la prudencia a largo plazo, mientras la codicia y la especulación se convertían en el orden del día de Wall Street, Londres y otros grandes centros financieros. El resultado, antes del colapso, fue un rápido incremento de la desigualdad, el aumento de los empleos precarios y la presión para recortar la influencia de los estados de bienestar, los derechos de los trabajadores y la negociación colectiva. Ahora hay que añadir a esto un mayor desempleo, recortes en el gasto público y un colapso de la demanda en muchos países.
Los ciudadanos se dirigen a los gobiernos mediante la acción del sector público y a los sindicatos para restaurar el equilibrio democrático que se había cedido a los mercados. La CES pide que no se permita “nunca más” que el capitalismo financiero pueda infligir una crisis comparable al mundo, a Europa y a los trabajadores; y que nunca más el aumento de las desigualdades suscite el estímulo, la indiferencia o la negligencia de los gobiernos democráticos.
La CES apoya plenamente la causa del movimiento sindical internacional en la lucha contra la crisis. Europa tiene un papel importante y específico que jugar en este contexto. La UE es la única en el mundo que tiene la capacidad de ejercer una acción directa y coordinada sobre lo que constituye la mayor entidad económica individual en el mundo. Debe, por tanto, liderar el camino, y no seguir a otros. Con demasiada frecuencia ha dado la impresión de estar relegada a un papel secundario, detrás de países importantes. Y, si la UE no es capaz de llevar a cabo una acción concertada, sus principales logros que son el mercado único, la moneda única y la ampliación se verán sometidos a una fuerte presión, porque los Estados miembros buscarán el desarrollo de sus propios enfoques en materia de comercio, política monetaria y relaciones internacionales. La UE debe asumir sus responsabilidades en relación con los Estados miembros, aguantando la presión más extrema, y actuar de forma que evite depender del Fondo Monetario Internacional. La intervención del FMI debería, en todo caso, intentar preservar la cohesión social, más que reducir el gasto público y los servicios públicos.
La UE debe adoptar un enfoque convincente ante el desempleo. La CES reclama un nuevo Pacto Social en la UE que actúe como motor de la justicia social y en favor de más empleos y de mejor calidad, con los siguientes puntos principales:
Más y mejores empleos: Inversión en un plan de recuperación europea ampliado para dar un nuevo impulso en favor del crecimiento y el empleo. La CES pide que el Consejo Europeo y la Comisión diseñen un plan europeo de inversión que totalice el 1% anual del PIB para ofrecer más empleos y de mejor calidad, promover la innovación, la investigación y el desarrollo, favorecer el empleo en sectores clave, invertir en nuevas tecnologías verdes y sostenibles, y asegurar servicios públicos de gran calidad.
Sistemas de protección social más fuertes para ofrecer más seguridad e igualdad y evitar la exclusión social. La CES reclama una agenda social europea significativa y fuerte para permitir a las personas conservar un empleo bien remunerado y garantizar la protección a todos los trabajadores, así como una formación adecuada, teniendo en cuenta la diversidad y la necesidad de mantener la cohesión social y el acceso a los servicios públicos para todos. La política social y los servicios públicos en toda Europa no deberían verse debilitados por una aplicación demasiado rígida del Pacto de Estabilidad, obligando a recortes demasiado prematuros y demasiado importantes en los déficits presupuestarios, una vez que la actividad económica deje de retroceder.
Derechos más fuertes para los trabajadores y fin de la preponderancia de los principios del mercado a corto plazo. Para poner fin a las desigualdades crecientes, debemos disponer de derechos más fuertes. La CES exige un Protocolo de progreso social que dé prioridad a los derechos sociales y a la acción colectiva y una Directiva sobre desplazamiento de trabajadores más fuerte, basada en la igualdad de trato y en el respeto al derecho que se aplica en el lugar donde tiene lugar el empleo. La CES reclama igualmente una participación efectiva de los trabajadores y democracia laboral. Es especialmente urgente reforzar los derechos de los trabajadores para poner fin a la creciente utilización de diversas formas de trabajo atípicas y poco seguras.
Mejor salario: fortalecimiento de la negociación colectiva. Hay que rechazar la congelación salarial y el recorte de los salarios nominales. En un momento en el que la demanda se derrumba, es esencial proteger el poder de compra. La CES exige por tanto un fortalecimiento de la negociación colectiva y de los instrumentos de formación del salario con el objetivo de asegurar aumentos del salario real para apoyar la recuperación económica. El Banco Central Europeo (BCE) debe igualmente estar implicado en el crecimiento y estar comprometido con el pleno empleo de calidad, y no simplemente con la estabilidad de precios. El BCE no debe pretender influir y debilitar las negociaciones salariales aumentando prematuramente los tipos de interés en cuanto parezca que la crisis inmediata ha terminado. La CES exige al BCE un consejo consultivo de interlocutores sociales europeos.
La solidaridad europea como protección frente a los excesos del capitalismo financiero: es esencial poner en práctica una reglamentación efectiva de los mercados financieros y una distribución equitativa de la riqueza, y evitar un retorno al capitalismo de casino o al ‘estatus quo de los últimos 20 años en los mercados financieros. La CES reclama un aumento importante de los gastos sociales europeos aumentando las actividades de los fondos estructurales europeos, sobre todo del Fondo social europeo y del Fondo europeo de ajuste a la globalización. También hay que luchar contra la competencia fiscal proveniente de los mercados desregulados porque amenaza la Europa social. Es necesaria una iniciativa europea sobre la fiscalidad de las operaciones financieras.
En el transcurso del próximo periodo, la CES elaborará más políticas específicas para hacer frente a los enormes desafíos que nos esperan, sobre todo en la perspectiva de una estrategia laboral basada en la innovación, la investigación y el desarrollo sostenible.
Es esencial reforzar la integración de las cuestiones sociales en todas las políticas europeas e introducir disposiciones sociales en los mercados públicos, reconociendo los convenios colectivos apropiados, y asegurando que la competencia no se pervierte por el dumping social o por políticas deflacionistas, protegiendo las pensiones y las prestaciones y reforzando los salarios mínimos y el alcance de los convenios colectivos. La dimensiónsocial de Europa es demasiado modesta desde hace demasiado tiempo. Ha llegado el momento de reforzar Europa y de restablecer sus ambiciones sociales.
El doble objetivo de esta Declaración es: combatir la crisis y aprovechar sus consecuencias. Sus ideas deben ser ampliamente difundidas y debatidas ya que el desastre del mundo financiero está golpeando duramente a Europa. Pero el sindicalismo europeo puede aprovechar esta ocasión para conseguir una sociedad mejor, más justa, y una Europa social más fuerte y más integrada. Movilizaos para conseguir los objetivos de la Declaración de París de la CES

lunes, mayo 18, 2009

El despido individual y colectivo (como pérdida de la ciudadanía)


Este artículo se enmarca en las recientes jornadas sobre el despido en Europa, que organizadas por la fundación 1º de mayo se celebraron en Madrid recientemente. La pérdida de empleo es eliminar el núcleo de la ciudadanía, que sólo puede compensarse con políticas sociales que puedan tener un efecto anticrisis. Tras el despido siempre hay un drama por ello en la conferencia de Antonio Baylos quiso dejar muy claro que "El despido es mucho más que un acto meramente económico, pero se nos ha hecho interiorizar que se trata de un fenómeno socialmente irrelevante, banal, que no genera daños a nadie".


Antonio Baylos 

Resulta evidente que la estabilidad real se corresponde mejor con las garantías del derecho al trabajo porque la estabilidad en el empleo es la base de los derechos fundamentales en nuestra sociedad.
Quiero ser un poco provocativo para generar una discusión provechosa que permita abrir un amplio debate acerca del análisis comparado de la regulación del despido en varios países de la Unión Europea.
El punto de partida es relativamente sencillo y conocido: el despido es un lugar sísmico recorrido por todo tipo de temblores, el espacio típico de transcripción de los principios económicos neoliberales a la política y el derecho. Se trata de un primer elemento constitutivo evidente, de una ideología potentemente afirmada y en algunos momentos casi asumida, esto es, la pura consideración económica del despido como un mero coste laboral que encarece la fuerza de trabajo. De esto se sigue, en la teoría y práctica neoliberales, que despedir barato crea empleo.
Desde 2004, los titulares, editoriales e intervenciones públicas de los adalides del neoliberalismo más o menos encubiertos son meridianos en sus mensajes repetitivos. La OCDE aconseja a España abaratar el coste del despido. El Banco Mundial constata que España es uno de los países de la OCDE con mayor coste en despedir al trabajador. Pedro Solbes afirma que generalizar el coste del despido a 33 días por año le parece positivo. Gary Becker, premio Nobel de Economía, apuesta por abaratar el despido. El Banco de España apuesta por abaratar los costes de despido en los contratos indefinidos. El FMI aconseja a España abaratar el despido y contener el gasto público. La última y sintética afirmación del presidente de la patronal va en la misma línea: no pedimos el despido libre porque ya existe, lo que sucede es que es carísimo.
Esta idea de abaratar el despido se machaca constantemente. A toda costa, hay que quitar el miedo a los empresarios a contratar consiguiendo que despedir sea barato. Esto nos lleva a que el sistema del Derecho al Trabajo, el sistema de garantías sobre el empleo, sea el culpable de los procesos de destrucción de empleo y de la crisis del mercado de trabajo. Es decir, hay una culpabilización del sistema de garantías que se mide en función de los procesos de creación o destrucción de empleo que se den en la economía y, por tanto, se crea una directa relación, no entre otras causas que puedan provocar esa alteración del empleo, sino fundamentalmente entre garantías y rigidez del mercado y políticas efectivas de empleo.
Además, en el caso español se abona un amplísimo campo para la contratación temporal, viéndola, más allá del inicio formal de una relación laboral, como un coste de salida cero. Esta situación genera un 30 % de mercado, mujeres y jóvenes sobre todo, que son en última instancia los trabajadores desiguales que no tienen las mismas garantías que los trabajadores fijos. Las políticas neoliberales consideran que para evitar esa fractura entre trabajadores débiles y fuertes, lo que hay que hacer es degradar las garantías de los fuertes eliminando de un tajo el trabajo estable. De ahí toda la polémica suscitada, no sólo en España, por el contrato único: con una indemnización fija que no precisa causalidad se rescindiría cualquier relación contractual.
El despido es mucho más que un acto meramente económico, pero se nos ha hecho interiorizar que se trata de un fenómeno socialmente irrelevante, banal, que no genera daños a nadie. ¿Por qué esta impresión dominante? Vivimos, se nos dice, en una sociedad de la movilidad ascendente en donde existe una enorme capacidad de recomposición del mercado de trabajo y, además, contamos con un sistema de protección social eficaz. En definitiva, cuando se produce un despido no es más que un cambio de empleo. La banalización del fenómeno ha llegado hasta la publicidad: hoy podemos ver en un anuncio de Telefónica como un ejecutivo le dice por teléfono a su mujer que le han despedido y cómo por la noche recibe una nueva oferta de trabajo. Se nos quiere trasladar la idea de que el despido es un incidente de viaje que no conlleva ninguna repercusión negativa. Esta ideología ha sido recibida como legalidad normativa y ha creado una cultura jurídica determinada.
Como legalidad normativa, arrastramos 20 años equivocados de una política sostenida que apostó por la temporalidad a través de la idea de que el coste del despido era la causa directa de la creación de empleo y, por tanto, que la contratación temporal había de tener un coste cero. Este recorrido va de 1977 a 1997, incluso cuando el movimiento sindical consigue una corrección fundamental de esta tesis en 1997, también ahí existe un factor de concesión de principios al aceptar que el coste del despido tiene que ver con la creación de empleo. Cuando se crea el contrato para el fomento del empleo se introduce una concesión por la que se reduce el montante indemnizatorio a 33 días por año en los casos de despido improcedente por causas urgentes.
Ya en el nuevo siglo, se producen dos hitos normativos de gran calado. El primero se da en la reforma de 2002, reforma muy contestada, donde hubo una importante huelga general, pero que al final trajo como consecuencia consolidada el famoso artículo 56.2 del Estatuto de los Trabajadores, por el que se permitía una debilitación de la causa del despido mediante la disuasión inducida al trabajador de no acudir al juez para controlar el acto empresarial de rescisión, ya que el patrono declaraba previamente que había despedido de manera incorrecta y que, por tanto, asumía una indemnización. Al reconocer la improcedencia del despido con indemnización la ley disuadía en la práctica de acudir a los tribunales de justicia porque si el juez coincidía en la valoración de improcedencia el trabajador ya no tenía derecho a los salarios de tramitación. Era una forma sibilina de dar cobertura al despido libre. Desde entonces, el 35 % de más de la mitad de las rescisiones temporales ha sido improcedente. La idea que subyace en la reforma era liberar el acto de despido de cualquier constricción democrática o política, de cualquier mirada ajena, de cualquier revisión posterior al acto. Yo despido porque tengo tal poder, reconociendo que lo he hecho incorrectamente, pero indemnizo y asunto solucionado. Y los tribunales nada tienen que decir al respecto.
El segundo momento de especial relevancia normativa acaeció con la reforma de la ley Concursal en 2003. En lo que se refiere a materia laboral, ha hecho prescindible la presencia sindical en la negociación de los despidos colectivos, abaratando el despido de modo profundo. Abaratamiento y pérdida de control sindical son elementos clave para entender la reconstrucción de un cierto tipo de pensamiento o narrativa neoliberal.
Esos principios neoliberales han penetrado de manera muy clara en la cultura jurídica de la interpretación judicial. El discurso economicista es hoy el discurso hegemónico de nuestros tribunales superiores y, en concreto, de la mayoría de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo. La narrativa neoliberal es la madre de las interpretaciones de las altas instancias judiciales, con un agravante añadido: la Sala de lo Social es la que unifica la jurisprudencia, existiendo una idea muy extendida entre los jueces de que no pueden disentir de lo que marque un precedente, o sea, se ha suprimido de un plumazo la capacidad de recreación o matización de las doctrinas mayoritarias de la sala antedicha. En definitiva, se acepta ciegamente la doctrina y se aplica sin más el precedente de forma acrítica.
Una consideración excepcional merece la nulidad del despido. La cultura jurídica dominante no enlaza el despido con el derecho fundamental al trabajo y el respeto a la no discriminación. Para conseguir la nulidad de pleno derecho de un acto de despido se han establecido unas medidas cautelares de todo punto exageradas.
De igual manera, se ha ampliado el concepto jurídico de improcedencia, catalogándolo como respuesta normal o natural frente al ejercicio incorrecto del poder disciplinario del empresario.
Hoy, en resumen, las reglas procesales juegan a favor de la narrativa liberal de abaratamiento de los costes por despido.
La cultura jurídica hegemónica neoliberal puede advertirse hasta en Internet. Démonos una vuelta por la red. Si buscamos despidos laborales nos encontramos al azar con una consultoría que se vende de la siguiente manera. Despedir a un trabajador no es una situación agradable para nadie, pero quizá su empresa se vea obligada a ello por las circunstancias económicas. El despido más barato en tiempos de crisis es el despido objetivo por causas económicas. Si su empresa se plantea reducir plantilla por la situación económica puede ir al despido objetivo por causas económicas, mucho más barato que cualquier otro tipo de despido. El despido objetivo es razonablemente asequible. En el peor de los casos, trabajadores con más de 18 años de antigüedad, indemnizará a los despedidos con sólo un año de salario. Además, si se hace bien es muy sencillo y barato. Otro producto estrella de la consultoría es el despido disciplinario exprés. Deje zanjado el asunto sin ir a juicio y sin preocupaciones. Con independencia de la situación económica de su empresa usted puede prescindir de algún trabajador sobrante. Una vez que la decisión de despedir está tomada, hay una forma de abaratar al máximo el despido y hacer que el proceso sea muy rápido: recurrir al Estatuto de los Trabajadores. Así se aconseja por parte de algunos operadores jurídicos. La cultura actual del despido no ofrece dudas.
Visto lo visto, sería conveniente una reflexión para reconstruir ese objeto que es el despido desde una perspectiva política y democrática, es decir, desde las garantías judiciales y efectivas del despido. ¿En qué sentido habría que iniciar este análisis?
Las tutelas sobre el despido no derivan de una ley o norma concreta sino del pacto constituyente y del reconocimiento del derecho al trabajo, que no es una fórmula mágica o mantra que deba recitarse para ver si acaece. El derecho al trabajo tiene una evidente precisión y un contenido jurídico y político, estableciendo una relación directa entre trabajo y valor político fundamental. Eso está en la Constitución española.
El derecho al trabajo ha de estar garantizado: nadie debe ser privado de su empleo sin una causa determinada, permitiendo al trabajador o trabajadora conocer la razón de su despido. Ese acto unilateral debe estar sometido al control judicial, que tiene que verificar si la causa es suficiente. El despido individualmente considerado necesita la causalidad, la formalidad y el control judicial. No sólo se trata de doctrina: el Tribunal Constitucional ha dicho de manera inequívoca y contundente que el contenido esencial del derecho al trabajo implica la causalidad del despido y la judicialización de las garantías, aunque no se han concretado cuáles son los efectos de ese control judicial.
Una vez que los tribunales han verificado que el poder empresarial se ha ejercitado, si la medida tomada es incorrecta, ¿cuál es la solución? La idea fuerte sería mantener el principio de estabilidad, pero hay dos maneras de entender este concepto: estabilidad real, en el sentido de forzar la readmisión del trabajador despedido, o bien, interpretar que la lesión que se ha producido es susceptible de ser resarcida económicamente (estabilidad obligatoria).
Resulta evidente que la estabilidad real se corresponde mejor con las garantías del derecho al trabajo porque la estabilidad en el empleo es la base de los derechos fundamentales en nuestra sociedad. La gran mayoría de los derechos fundamentales (salario, ocio, salud, seguridad…) derivan de la estabilidad en el empleo. El derecho a la libre sindicación, el derecho de huelga y a mejorar las condiciones laborales también cuelgan de la estabilidad en el empleo, por tanto, sería razonable pensar que el principio general debiera ser la estabilidad real. Pero no es así en nuestro sistema. El principio de estabilidad real se haya limitado excepcionalmente a casos gravísimos de arbitrariedad del empresario.
En los despidos económicos o colectivos la mediación sindical es la que nos permite hablar de garantías de derecho al trabajo, quedando la autoridad administrativa o el control judicial como vías de arbitraje sustitutivo cuando no hay acuerdo entre trabajadores y patronos.
La presencia sindical hace las veces de síntesis entre los diferentes elementos enfrentados en una situación económica, organizativa o técnica que impida la actividad productiva o una parte de la misma. En materia de despidos colectivos, la mediación y el protagonismo sindical ocupan el espacio de la garantía judicial típica de los actos de rescisión individualizados, es decir, mientras que en estos actos la garantía reside en el poder judicial, en los despidos colectivos se sitúa en la negociación colectiva y en el sindicato.
Es preciso armar una visión neolaboralista como alternativa al discurso neoliberal que se viene manifestando sin interrupción desde los años 80. Estamos obligados a construir una mirada sobre el despido desde un lenguaje de los derechos y de la política democrática, desterrando el discurso del dinero y de la banalidad social. Hay que pensar en algo muy sencillo: el despido es un acto que rompe el ligamen social de la persona que trabaja, condenándola a una determinada condición de subalternidad política. No hay que olvidar nunca que la noción de ciudadanía se adquiere a través del trabajo. No me refiero sólo a problemas personales evidentes (alteraciones psíquicas y familiares): la estabilidad en el empleo, repito, es la base de la ciudadanía social.
Es necesario construir una nueva narrativa laboral. Hay que recausalizar el fenómeno del despido en general y resindicalizar los despidos colectivos. Las reformas que hay que realizar nos llevarán al Estatuto de los Trabajadores y a la ley Concursal como elementos decisivos de la nueva estrategia. Y, por supuesto, también hay que abordar el terreno de la cultura jurídica con un nuevo argumentario que revalorice la realidad desde una perspectiva de radicalidad política democrática. Un ejemplo puede servir para ilustrar lo que digo: el artículo 56.2 del Estatuto de los Trabajadores. La crítica de izquierdas con aroma sesentayochesco dice que siempre hay que extraer y aislar las consecuencias más negativas de una norma dada, pero que cuando la norma ya está publicada hay que realizar el ejercicio contrario. Desde esta visión, el artículo de marras es la consagración del despido libre indemnizado. ¿Qué dice la resistencia neoliberal? Que el despido en España es libre, pero muy caro. ¿Y qué dicen los jueces? Si lo dicen la izquierda y la derecha, así será: el despido es libre, aceptando de modo acrítico el despido sin causa. Lo peor de todo es que los sindicatos también han interiorizado esta tesis: no hay nada que hacer.
A mi juicio, es necesario interpretar la norma referida de manera distinta. Cierto es que se trata de una debilitación de la causalidad, pero no de su negación o supresión. Un despido arbitrario no tiene cabida en el modelo constitucional español. Un despido sin causa es un despido nulo porque es contrario al artículo 35 de la Constitución en relación con el artículo 24 de la misma: el juez puede conocer la causa del despido y el trabajador puede defenderse. El artículo 24 impone una causalidad al despido. Lo que sucede es que la normativa exonera en gran medida al empresario de aducir pruebas para proceder al acto unilateral de despedir. Desde los gabinetes jurídicos laboralistas se debería elaborar una estrategia para forzar pronunciamientos judiciales bajo causas evidentes y demostrables. Un ejemplo que abunda en lo ya expresado: según el Tribunal Supremo un despido por enfermedad no es nulo sino improcedente; el Constitucional se ha expresado en la misma línea. En la práctica, el rechazo social puede con la cultura jurídica dominante. Hace poco una empleada de una empresa de congelados tuvo un accidente y entró en coma. El empresario la despidió, pero era tal la barbaridad que cuando fue conocido el caso a través de los medios de comunicación, el empresario tuvo que dar marcha atrás en su decisión. La cultura jurídica claudicó ante la aberración social cometida.
Contra el despido, hay que armarse con razones sociales y mediante la elaboración de un nuevo discurso político, ideológico y jurídico. La ciudadanía comienza en el derecho al trabajo y en la estabilidad en el empleo.
Cuadernos de la Fundación 1º de Mayo

miércoles, mayo 13, 2009

Europa: combatir la crisis en las urnas y en la calle

Traigo a esta tribuna, el artículo que publica un extremeño internacional, Juan Moreno, y viene acuento este asunto para seguir motivando a la participación en la euromanifestación de mañana 14 de Mayo en Madrid y en las elecciones europeas del 7 de Junio. Es importante recordar la situación de retroceso de la unidad política europea, sobre todo tras el no francés a la constitución europea, con los posteriores acontecimientos en Irlanda. No estaría mal que aquellos que bajo la bandera de la izquierda reivindicaron el NO en Francia y en Irlanda, nos plantearan hoy sus alternativas, porque la cosa no pinta a favor de los trabajadores y trabajadoras precisamente.
La Confederación Europea de Sindicatos (CES) ha lanzado una campaña de movilización europea contra la crisis centrada en la exigencia de que la factura que ésta provoca no la paguen solo los trabajadores cuando el origen de la misma está en los grandes grupos económicos, bancarios particularmente, en la especulación desenfrenada y en las políticas neoliberales.
En el marco de esta campaña hay convocadas cuatro euromanifestaciones entre el 14 y el 16 de mayo próximos: el día 14 en Madrid (con participación también de sindicalistas portugueses); 15 de mayo en Bruselas; 16 de mayo en Berlín y en Praga.
En los últimos meses se ha recrudecido la protesta laboral en numerosos países, como Bélgica que vivió una huelga general, en Italia donde la CGIL convocó una gigantesca manifestación (a la que asistió el secretario general de CCOO) y también en otros países Francia, Irlanda, Islandia o Letonia. El reciente 1º de Mayo mostró el repunte reivindicativo en muchas manifestaciones que resultaron mucho mas numerosas que en años anteriores: Paris, Madrid, etc.
La CES reclama un nuevo pacto social europeo para frenar el avance del desempleo. Entre las medidas del programa de la CES se destacan estas peticiones:
  • Un vasto programa de relanzamiento para ofrecer mas empleo y de mejor calidad, proteger el empleo en las industrias claves e invertir en nuevas tecnologías y preservar los servicios públicos esenciales.
  • Mejores salarios y mejores pensiones. Protección del poder de compra para estimular las economías.
  • Poner fin a las recientes decisiones de la Corte de Justicia europea que favorecen la libertad de mercado frente a los derechos fundamentales y a la negociación colectiva. Confirmar los objetivos sociales del mercado interior y garantizar la igualdad de trato y de salario para los trabajadores inmigrantes.
  • Una reglamentación eficaz de los mercados financieros y una distribución equitativa de las riquezas. Una Banca central europea vinculada al crecimiento y al pleno empleo y no simplemente a la estabilidad de los precios.
Estas reivindicaciones van dirigidas a los gobiernos nacionales que deben dar respuestas en clave europea, pero también a las instituciones de la UE, y especialmente al nuevo Parlamento Europeo que se constituirá tras las elecciones del 7 de junio y a la nueva Comisión que éste deberá elegir.
Muchas son las voces (entre ellas la muy prestigiosa de Mario Soares) que se han levantado contra el anuncio de algunos gobiernos socialistas (entre ellos el español) de reelegir al conservador Durao Barroso al frente de la Comisión. Durao, en tanto que primer ministro portugués fue el anfitrión de la Cumbre de las Azores, pero mas allá de ese “detalle” ha impulsado, o avalado, desde la Comisión todos los intentos regresivos contra el modelo social europeo de los últimos años. De ahí que, al margen de lo que después impongan los resultados, la izquierda coherentemente debería tener su propio candidato socialista con una alternativa pactada con los otros grupos progresistas.
En los próximos meses se deberá poner fin al bloqueo institucional mediante la entrada en vigor del nuevo Tratado de la UE varado por el No irlandés. Pero el conjunto de la izquierda debería alcanzar ya un mínimo consenso para preparar una batalla política por la reforma de ese Tratado insatisfactorio. Ese consenso, superador de las divergencias expresadas en torno a la fenecida Constitución Europea debe establecerse en torno a un nuevo europeismo crítico. Que combata la deriva liberal de la UE sin caer en posiciones nacionalistas que tanto han favorecido a la derecha euroesceptica.
Hace unos años sería impensable que un primer ministro, como ha hecho Berlusconi, dijera que “no tolerará una Italia multiétnica” (en flagrante contradicción con la Carta de Derechos Fundamentales de la UE) y ello es debido a que la unidad política europea está en retroceso. Tiene razón Vidal Beneyto cuando añora en EL PAÍS (11-05-09) la Confederación europea que propugnaba Mitterrand (y con él y antes que él tantos otros), y debería consecuentemente admitir que el proyecto de Constitución, que el combatió con decenas de artículos, estaba mucho más cerca de ese ideal unitario que el actual Tratado de Lisboa, al cual no le ha dedicado el mismo celo opositor.
La participación masiva en las manifestaciones sindicales y en las votaciones del 7 de junio pueden ser una señal de que la clase trabajadora y la ciudadanía en general pueden frenar el deterioro del modelo social y la espiral del desempleo.
Juan Moreno es Consejero del Comité Económico y Social Europeo. Publicado en nuevatribuna.es

martes, mayo 12, 2009

14 de Mayo. Manifestación de los sindicatos Europeos en Madrid

El Jueves 14 de Mayo, se celebra en Madrid una euromanifestación dentro de las Jornadas de acción europeas, que pretenden que más 200.000 personas se manifiesten en Europa. Las manifestaciones comienzan del 14 al 16 de mayo en Madrid, Bruselas, Praga y Berlín, convocadas por la Confederación Europea e Sindicatos.
Otras manifestaciones tendrán también lugar en Luxemburgo, Bucarest, Birmingham. En un contexto de crisis donde el desempleo estalla, los sindicatos europeos alzan su voz para salvaguardar el empleo y reivindicar la prioridad del mantenimiento de los puestos de trabajo.
Los sindicatos reclaman políticas sociales y del empleo que hagan hincapié en la seguridad y no en la precarización del empleo. Solo con seguridad la Europa social tendrá su verdadera dimensión.
Los manifestantes dirán "no" a los excesos del capitalismo financiero que conducen siempre a más injusticia social y desigualdades. Los sindicatos europeos piden a un nuevo Contrato social cuya prioridad sea la justicia social, la solidaridad, el empleos y de calidad. La protección social debe también reforzarse para evitar la exclusión social.
Los sindicatos europeos se harán oír el 14 de mayo en Madrid, 15 de mayo en Bruselas y el 16 de mayo en Praga y Berlín porque quieren que el empleo y los ciudadanos estén realmente en el centro de las prioridades políticas europeas. Desde sus inicios el sindicalismo tiene su futuro en la internacionalización, que en el espacio europeo deje oír su voz es muy importante, por que representa a la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas de nuestra Europa, siendo una esperanza de solidaridad para la mayoría del planeta. Más de 1000 extremeños y extremeñas estaremos junto a nuestros amigos portugueses en las calles de Madrid.

viernes, mayo 08, 2009

El debate de la Futura Ley de Educación de Extremadura

Hace unos meses se inició en Extremadura el debate social para la elaboración de la futura Ley de Educación de Extremadura. El proceso es ciertamente novedoso, se enmarca dentro de las mesas de dialogo social abiertas en Extremadura en el comienzo de la legisltura pasada, y una de sus acertadísimas inicitavas es este debate abierto. El debate parte de un documento elaborado por la Consjería de Educación de la Junta de Extremadura, para que sirva de punto de referencia y de aportaciones de la sociedad extremeña en general y de la comunidad educativa en particular, haciendo efectiva de esta manera el concepto amplio de ciudadanía y de participación ciudadana, que la propia ley debe fomentar. Creo que esta ley es un instrumento básico para el futuro de Extremadura, por eso el sindicalismo de clase representado por CCOO y UGT deben dar prioridad al tratamiento de este tema en la mesa ya citada, que afecta de manera directa a los hijos de los trabajadores y trabajadoras. Para conocer este debate reproduzco un artículo de Tomás Chaves, Secretario General de la Federación de Enseñanza de CCOO de Extremadura y los enlaces pertinentes al documento base y a las propuestas realizadas por la citada Federación de Enseñanza. Como miembro de la comunidad educativa, y como ciudadano debemos fomentar este debate social.
DOCUMENTO DE LA ADMINISTRACIÓN
PROPUESTAS DE LA FE DE CCOO EX
WEB DONDE PARTICIPAR
Artículo de opinión en el periódico Hoy de Tomás Chaves, Secretario General de la Federación de Enseñanza de CCOO de Extremadura
La ley del Educación La elaboración de la ley de Educación de Extremadura exige que se llegue a un amplio consenso entre los sectores implicados
La educación es un derecho constitucional. Es, además, un derecho que avanza en el sentido de la mayor cohesión social, el afianzamiento de los valores sociales y la igualdad de oportunidades. Cuando hablamos de educación hablamos de algo que atañe directamente a nuestra estructura social. Y también a la económica. Próximo el debate anunciado por la consejera de Educación sobre la Ley de Educación de Extremadura conviene plantear algunas de las cuestiones que esta importante norma tiene que afrontar.
La función principal de la educación es la de formar personas libres y críticas, conscientes de sus deberes sociales, que ejerzan con normalidad sus derechos personales y ciudadanos. Pero además el sistema educativo de hoy cumple un papel social importante, que es consecuencia del nuevo sistema de relaciones laborales y familiares. En especial, la incorporación de muchas mujeres, con perspectivas de que cada vez sean más, a un trabajo remunerado hace necesario que el sistema educativo tenga que ofrecer soluciones a estas nuevas necesidades. Pero la simple implantación de los servicios no es suficiente, tenemos que exigir que estos servicios se presten con la debida calidad. En nuestra opinión un sistema público es el que mejor la garantiza.
La sociedad extremeña tiene que garantizar asimismo la atención a las personas con alguna discapacidad y, en general, a las personas con necesidades educativas especiales. Aquí el criterio de calidad se hace más importante aún.
El modelo social y económico que los partidos políticos y los agentes sociales proponemos para Extremadura hace necesario que nos tomemos en serio la regulación, ajustada a ese objetivo, de la formación profesional. Tenemos en Extremadura -y en España- un serio problema de sobrecualificación. En sentido contrario, hay actualmente en Extremadura una tasa de abandono escolar excesiva; es decir, un gran número de nuestros jóvenes abandonan el sistema educativo sin ninguna cualificación laboral. Habrá que reflexionar sobre las soluciones posibles.
Para la elaboración de la Ley de Educación de Extremadura, es necesario el consenso político, ampliamente demandado por CC. OO., que ya se ha materializado en la Declaración de la Comisión de Educación de la Asamblea de Extremadura.
El siguiente paso tiene que ser la concreción de un acuerdo social, que debe llevarse a cabo en el ámbito del diálogo social. Es lógico también que toda la comunidad educativa pueda aportar sus criterios, sus ideas, para conseguir el mejor servicio educativo para Extremadura. ¿Falta algo?.Falta el presupuesto. Y falta la complicidad y la implicación de los trabajadores y trabajadoras que han de hacer realidad la enseñanza de calidad, especialmente del profesorado. Para conseguir la calidad que queremos, las condiciones laborales y de convivencia en las que realicen su trabajo deben ser las necesarias para que el trabajo educativo se desarrolle con normalidad. Sin ellas, sin garantizar esas condiciones, no se recorrerá el trecho, por muy bonito que nos quede el texto.

domingo, mayo 03, 2009

"Los salarios son víctimas y no agentes causantes del desempleo"

Repasando el circuito de blogs amigos para el deleite ciudadano, he encontrado este artículo en el país "bullero" de Ramón Górriz, actual responsable de acción sindical de la confederación. Tuvimos la oportunidad de estar con él el 27de abril en Badajoz, dentro de los actos realizados entorno al día de la salud en el trabajo y como siempre y ante quinientos delegados y delegadas (y no exagero ) lanzó una interesante reflexión.
A propósito de la política salarial últimamente se viene argumentando que al funcionar la economía en un marco de competitividad internacional, el aumento de los salarios puede ocasionar un problema en el empleo y que los salarios son los causantes del deterioro económico. En el mismo sentido se argumenta también que apostar por una pauta salarial de aumento moderado de los mismos, a pesar de su efecto en favor del consumo, no compensaría la influencia sobre la demanda debido a que el aumento de los costes laborales, por su efecto en los precios, provocaría una mayor destrucción de empleo.
Este pensamiento o interpretación neoliberal predica que los salarios deben moderarse con la finalidad de que se eliminen las dificultades en el proceso de crecimiento económico y de creación de empleo. En resumen, el pensamiento económico dominante afirma que la fórmula para la salida de la crisis incluye necesariamente la aceptación de un intercambio colectivo que posibilite el ajuste entre salario y empleo, entendiendo que las empresas invierten en función de la estructura de costes de las inversiones, entre los que el coste laboral constituye el principal factor de todos ellos y asumiendo que los salarios son directamente culpables o responsables de la caída del empleo.
Sin embargo, la causa de la crisis de la economía española viene inducida por su dependencia respecto al mercado internacional, por su ubicación semiperiférica y débil capacidad negociadora, y por su enorme dependencia energética, factores que explican en gran parte la deficitaria balanza de pagos que ha obligado a importar más de lo que exporta. La profunda caída de la actividad económica internacional que afecta a materias primas sobre las que la economía española es muy dependiente es un factor explicativo de primer orden para entender la caída de la actividad y los precios.
Por otro lado, la reinversión de los beneficios acumulados en los últimos años es prácticamente nula debido a las contradictorias expectativas de crecimiento y al enorme frenazo que experimenta la demanda. En esta coyuntura la preferencia por acumular liquidez inhibe cualquier tentación de inversión. En cuanto al aumento en el gasto público que el gobierno propone para compensar la crisis de oferta tiene evidentes limitaciones, tanto porque las posibilidades de aumentar la deuda pública son limitadas como porque se está planteando la reducción de impuestos fiscales que a la postre frenarán la acción pública.
De manera que los salarios y la cantidad y calidad del empleo son variables dependientes de la evolución de estos factores y por tanto son víctimas y no agentes causantes de la destrucción de empleo. No se puede ignorar o no fijar la atención en que la estructura de costes de las empresas es de naturaleza compleja, y es posible incluir entre ellas el coste de las materias primas, la tecnología, el capital inmovilizado, los costes financieros (el tipo de interés real, donde se conjugan tipos de interés y su brecha con el tipo oficial bancario, hasta la necesaria reducción de la inflación) o inclusive la importancia decisiva del régimen fiscal, o de las ingentes subvenciones al capital (subvenciones directas, créditos blandos, compra de activos de la banca, bonificaciones a la contratación, etc.). En última instancia y de manera decisiva, son las expectativas de beneficio de un entorno determinado las que explican las nuevas inversiones.
Este planteamiento, al poner el peso de la evaluación principal de los costes en los aspectos laborales, no da concesión o credibilidad a la posibilidad de regular los mercados mediante la intervención pública para establecer criterios que no constriñan toda decisión o inversión económica en la rentabilidad, y además despreciar otros tipos de costes sobre los que se puede incidir para mejorar las condiciones de beneficio de un país o mercados determinados.
Solo si se asume que las reglas del mercado competitivo y de la rentabilidad son los únicos posibles y no pueden estar sujetos a una regulación y solo si se entiende que el único coste para el capital sea el laboral se puede pensar que un moderado crecimiento del salario ocasione una destrucción de empleo. Hay que entender otros factores del entorno donde se invierte, en el que el coste laboral es un factor más entre otros, y esa acción de contrapeso es la que realizamos las organizaciones sindicales para reorientar los argumentos y negar la culpabilización de los salarios en relación al empleo.
En este sentido, defendemos una política salarial en la negociación colectiva para 2009 que incluya un aumento salarial del 2%, en línea con las previsiones marcadas por el Banco Central Europeo, a lo que se añade el reparto de la productividad y las cláusulas de revisión salarial. Esta es la regla general que impide que los salarios pierdan peso social. La inflación prevista por el gobierno ha sido en los últimos años el criterio habitual sobre el que se revalorizaban los salarios, dato que habitualmente ha subestimado la evolución de los precios, con el resultado evidente de que poder adquisitivo del salario medio ha descendido a lo largo de la presente década. Resulta oportunista, por tanto, la posición de la cúpula empresarial que pretende cambiar las reglas de juego en el momento en el que no le salen las cuentas en función de los resultados de un periodo determinado, sin que por otro lado se aseguren o se evidencien garantías de una mayor efectividad.
Desde CCOO consideramos con especial insistencia la pauta negocial de que los salarios más bajos crezcan por encima de la inflación, con el fin de evitar la competencia perversa por los salarios más bajos.
Una referencia de incremento salarial por debajo de la inflación prevista sería un reconocimiento inaceptable de que son los trabajadores y sus salarios los causantes de la crisis, y esta circunstancia no ha podido demostrarse en ningún caso. Por el contrario, la política económica pública, la financiarización sistémica y la mala gestión empresarial han sido en suma los auténticos responsables de un modelo socioeconómico de difícil viabilidad. Un aumento del 2% en los salarios, con la consigna de una mejoría aún mayor de los salarios más bajos, es una simple medida de compensación del terreno perdido en capacidad adquisitiva de un amplio porcentaje de la clase trabajadora en la última década, puesto que sólo una fracción minoritaria de los salarios ha crecido holgadamente, mientras que el grueso mayoritario se ha mantenido estancado o en retroceso.
En relación a la negociación colectiva hay que añadir una cuestión en relación a sus estructura, que en momentos de crisis se utiliza recurrentemente por parte de algunos dirigentes empresariales para modificar el modelo de negociación, promoviendo que se profundice la fragmentación de su estructura, para priorizar el ámbito de la empresa en la negociación de las pautas salariales. Un ejemplo de ello se encuentra en la interpretación empresarial sobre las cláusulas de descuelgue o inaplicación de los salarios pactados, donde interpreta que la mera previsión de pérdidas en el ejercicio de 2009 sería criterio suficiente para solicitar el descuelgue salarial, inhabilitando así tanto el procedimiento administrativo como el control sindical respecto a la veracidad de la situación crisis de la empresa. Al contrario, las eventuales dificultades de las empresas que soliciten la inaplicación salarial deben ir acompañadas de la presentación de planes de futuro de la empresa, así como de los plazos de recuperación del incremento salarial que los trabajadores han dejado de percibir por el tiempo que se le haya concedido tal “descuelgue salarial”.
La propuesta de profundizar en la fragmentación de la negociación colectiva solo agravaría el problema de las desigualdades salariales. Además dificultaría el objetivo del aumento de los salarios más bajos y de aquellos más alejados del salario medio, cuestión que solo puede llevarse a cabo desde una negociación global donde este objetivo pueda explicitarse como una cuestión de justicia social que mejore la capacidad adquisitiva de los trabajadores y trabajadoras para afrontar la crisis económica. Ramón Górriz Vitalla