martes, junio 26, 2007

Educación para la Ciudadanía: Escuela y valores cívicos

Con el objetivo de dar a conocer los fundamentos de la nueva materia introducida en el curriculum por la LOE y ante la postura de presión de diversos grupos de poder y mediaticos, comenzamos una serie de artículos que permitan conocer los fundamentos de la EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA.-
Escuela y Valores cívicos Juan Benito Martínez Universidad de Murcia. Coordinador de FIES-Murcia.
ESCUELA Y VALORES CÍVICOS
1. INTRODUCCIÓN
2005 fue declarado como “Año europeo de la ciudadanía a través de la educación: ‘aprender y vivir la democracia’ ”, poniendo de relieve que la educación juega un papel crucial en el desarrollo de la ciudadanía y a favor de la participación en la sociedad democrática. El objetivo del “año” era animar a los Estados miembros a la puesta en práctica de políticas de Educación para la ciudadanía democrática y Educación para los derechos humanos, que deben representar un elemento esencial para la convivencia social, reflejadas en sus planes de estudio y en la organización escolar, extendiéndose a la educación no formal a lo largo de la vida, educación social; es decir, situando la tarea en todos los ámbitos, potenciando la formación inicial y permanente de los educadores y contemplando la contribución de los medios de comunicación y las nuevas tecnologías.
Por su parte, la Ley orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación (LOE), recoge en su Preámbulo:
“En lo que se refiere al currículo, una de las novedades de la Ley consiste en situar la preocupación por la educación para la ciudadanía en un lugar muy destacado del conjunto de las actividades educativas y en la introducción de unos nuevos contenidos referidos a esta educación que, con diferentes denominaciones, de acuerdo con la naturaleza de los contenidos y las edades de los alumnos, se impartirá en algunos cursos de la educación primaria, secundaria obligatoria y bachillerato. (…) Esta educación, cuyos contenidos no pueden considerarse en ningún caso alternativos o sustitutorios de la enseñanza religiosa, no entra en contradicción con la práctica democrática que debe inspirar el conjunto de la vida escolar y que ha de desarrollarse como parte de la educación en valores con carácter transversal a todas las actividades escolares. La nueva materia permitirá profundizar en algunos aspectos relativos a nueva vida en común, contribuyendo a formar a los nuevos ciudadanos”.
Estos dos hitos no deben eludir la antigua relación entre educación y ciudadanía, entre escuela y valores cívicos, que se enfrenta en la actualidad a nuevos desafíos, ya que los procesos de fragmentación, diferenciación y exclusión social que padecen las sociedades dificultan la construcción de una ciudadanía plena que requiere de prácticas socioeducativas que garanticen a las personas el ejercicio de un conjunto de derechos, entre ellos el de la inclusión o incorporación social. Las relaciones entre educación y ciudadanía no constituyen, pues, un tema nuevo: ya sea porque la educación es un requisito para ejercer la ciudadanía o porque la ampliación de los derechos de ciudadanía requiere extender los beneficios de la educación. Y ha suscitado nuevos debates y reticencias: ya por entender que se trata de una “educación política”, ya por la polémica sobre transversalidad o materia específica.
2. LOS CIUDADANOS Y LA CIUDADANÍA
Cada vez se es más consciente de que términos como “ciudadanos” y “ciudadanía”, “valores cívicos”, no son estables ni admiten una definición única. Por ello, para conocer cuál es el significado que se le está dando, es importante tener en cuenta dónde y cuándo se utiliza.Ya no basta limitar la idea de ciudadanía al acto de votar; tampoco la ciudadanía difícilmente se puede considerar como un hecho natural, siendo más bien un constructo social, que no siempre se ha descrito con las mismas características. De ahí que resulte interesante recoger unos apuntes tanto sobre las dimensiones de la ciudadanía como sobre los escenarios de la acción ciudadana.
En cuanto a las primeras, es posible pensar que la problemática en torno a la ciudadanía abarca tres dimensiones:
- En primer término, se identifica con la posesión de derechos –civiles, políticos y sociales- cuya dinámica cambiante da lugar a una ampliación o a una restricción. De allí que resulte interesante relacionar el fenómeno de pérdida de ciudadanía con la restricción de los derechos sociales y la pérdida de influencia en las políticas públicas de los sectores que padecen procesos de exclusión. Hablar de derechos supone no sólo aludir a aquellos que los ciudadanos poseen formalmente, sino también las condiciones bajo las cuales los derechos ciudadanos se realizan efectivamente.
- En segundo término, la ciudadanía se define como pertenencia a una comunidad política. En las sociedades modernas la pertenencia a un Estado es la garantía de inclusión en los sistemas de distribución de bienes y de reconocimiento de derechos. Se está frente a un fenómeno singular, el de la exclusión de aquellos que nominalmente son ciudadanos, pero que en los hechos “no pertenecen”.
- En tercer término, la participación en la vida pública y en los mecanismos de deliberación en cuanto a la toma de decisiones de acción política. Los derechos significan no sólo una formalidad, sino un ejercicio efectivo y la pertenencia implica participar en la construcción de una identidad y de un orden político democrático.En cuanto a los escenarios de la acción ciudadana, cabe recordar que ejercer la ciudadanía supone participar de forma activa (como sujeto activo y responsable) en un espacio que se caracteriza por no ser excluyente.
El ejercicio de la ciudadanía, ejercer la ciudadanía, se aprende y se aprende con otros. Para ello es necesario propiciar procesos de comprensión e interpretación de lo que ocurre, de cómo ocurre y por qué, que desenmascaren la tendencia a dar los hechos como inevitables y a otorgar responsabilidades a fuerzas fuera del control.De hecho, las sociedades democráticas necesitan ciudadanos reflexivos, ciudadanos que sepan construir su propia opinión y que participen activamente en las decisiones sociales. Personas que sean miembros conscientes y activos de una sociedad democrática, que conozcan sus derechos y sus deberes públicos.
3. LA ESCUELA DEMOCRÁTICA
La organización constituye la característica peculiar de la escuela democrática. Se pedirá a la organización que cumpla, al menos, tres condiciones previas: ser una representación simplificada de la complejidad social; excluir de su estructura los rasgos negativos existentes en el complejo social; que suponga una superación de las barreras sociales que acompañan a los niños desde el nacimiento (Beltrán, 2004).
La escuela ha de preparar para vivir en una comunidad, conduciendo a la democratización de la sociedad existente mediante nuevas formas de comunicación y participación humana. De ahí que sería necesario transformar toda la escuela en una sociedad que sea, además de cooperativa, investigadora. Aunque debe advertirse que generar hábitos correspondientes a una actitud democrática y científica exige que la escuela misma los haya incorporado.La Escuela pública precisa de su defensa y revitalización de los ideales y valores que la inspiraron, debidamente adecuados a nuestros nuevos contextos y realidades sociales. Siguiendo a Bolívar (2005), la Educación pública se configuró sobre la base de subordinar las identidades históricas y culturales particulares al proyecto de creación de la ciudadanía nacional.
Torres (2002) resaltaba, en esta dirección, la necesidad de reformular el papel de la escuela en la educación de la ciudadanía, una vez que el Estado-nación pierda sus límites modernos en un mundo globalizado.Lo que está en juego, en la misión de la Escuela pública, es contribuir a construir un espacio público con ciudadanos que participen activamente.
Qué currículo y qué formas organizativas son más adecuadas para hacer frente a los desafíos presentes y futuros. Por consiguiente, la educación para la ciudadanía no debe ofertarse únicamente a través del currículo formal, sino que también debe ser parte natural de la vida diaria de los centros y de su organización. La idea fundamental es que esta cultura debe basarse en los valores democráticos, entre ellos el respeto hacia los demás, la tolerancia, la confianza mutua, la solidaridad y la cooperación.
4. LOS VALORES CÍVICOS
La cohesión social, la participación en la vida democrática del centro escolar, la educación en el respeto a la diversidad sexual, cultural, moral y religiosa de todos los alumnos y alumnas son elementos que exigen una educación cívica. Algunos señalan que los valores cívicos y las conductas democráticas no se deben aprender solamente como una teoría, sino que son ante todo una práctica, un saber hacer, un saber vivir; pero otros afirman que es muy conveniente que exista un profesorado especialista que reflexione específicamente sobre estos temas y que informe y forme adecuadamente a los niños y adolescentes en el plano teórico sobre los fundamentos de la democracia y del civismo (Cifuentes, 2006).
El discurso pedagógico sobre la educación ciudadana debe preguntarse por otras cuestiones indispensables en la reflexión pedagógica: participar, ¿en qué sociedad?, ¿para qué? Sólo después de responder a estas preguntas tiene sentido la cuestión: ¿cómo participar? Se constata que se ha puesto más interés en el desarrollo de estrategias o procedimientos didácticos que en la reflexión teórica sobre el modelo de sociedad, sobre el para qué. Y si no se tiene claro el modelo de sociedad, en el que necesariamente se inscribe la acción educativa, las estrategias didácticas corren el riesgo de la contradicción permanente o de la inoportunidad. No es posible plantearse siquiera la necesidad de educar ciudadanos sin hacernos una pregunta: ¿para qué sociedad? (Ortega, Touriñán y Escámez, 2006).
5. LA EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA
Hablar de ciudadanía es imposible si no la acompañamos de la idea de sociedad que queremos, pues cada forma de régimen define su propia condición de ciudadano. Por eso mismo, discutir de ciudadanía y democracia es discutir de política y, sobre todo, de las condiciones de posibilidad de participación efectiva en las regulaciones e institucionalización de la vida social. Cuando hablamos Educación para la ciudadanía no nos referimos descriptivamente a la educación de los ciudadanos, sino que más bien abogamos por una ciudadanía activa.Coincidimos con Labrador en que “la cultura de la paz es el espacio socioeducativo adecuado para la ciudadanía” (2003: 155).
Todo ello desde las inevitables relaciones de conflicto y poder que acompañan a la convivencia humana (Jares, 2001). En este sentido, lo que podemos denominar conocimientos, habilidades y actitudes de ciudadanía, los estructuraríamos en cinco grandes áreas.
1. La Educación para la ciudadanía debe servir para reflexionar y sensibilizar sobre la convivencia y el ejercicio de la ciudadanía democrática en el centro y en su entorno
3. Dar lugar a la comprensión del significado de lo que es el Estado de derecho laico.
4. El análisis histórico, filosófico, jurídico, político y ético de los derechos humanos.
5. El creciente proceso inmigratorio en España y el actual proceso de construcción europea.
El Consejo de Europa ha venido desarrollando su proyecto sobre Educación para la ciudadanía democrática desde 1997, concluido a finales de 2005, declarado oficialmente como el Año europeo de la ciudadanía a través de la educación.
En los últimos 10-11 años, la Asociación Internacional para la Evaluación del rendimiento educativo (IEA) se ha esforzado en preparar y llevar a cabo un Estudio de educación cívica a escala internacional y que dio lugar, en 2001 y 2002, a la publicación de dos importantes informes por parte de la IEA. Y desde comienzos de 2004, la Comisión europea ha venido desarrollando un programa de acción comunitario para fomentar la ciudadanía activa.
La Red Eurydice (2005) ha adoptado una definición común del término “ciudadanía responsable” y de “educación para la ciudadanía”, que es educar a los jóvenes para que se conviertan en “ciudadanos responsables”.
Por lo general, la educación para la ciudadanía pretende orientar a los alumnos hacia:- objetivos dirigidos a desarrollar en los alumnos una cultura política (adquirir conocimientos teóricos);- objetivos relativos al desarrollo de las actitudes y valores necesarios para convertirse en ciudadanos responsables;- objetivos para estimular la participación activa de los alumnos, que les permitan implicarse en la vida de la comunidad escolar y local.
La diversidad de tendencias puede situarse en un continuo en el que cabe destacar tres aproximaciones que van de un menor a un mayor grado de implicación personal y de compromiso con la transformación social, cada una de las cuales incluye a la anterior (Kerr, 2000):Educación sobre la ciudadanía (conocimiento y comprensión de la historia, las estructuras, los sistemas de gobierno, la vida política, etc.)Educación a través de la ciudadanía (participación activa en la escuela y en la comunidad local, reforzando los conocimientos).
Educación para la ciudadanía (herramientas, conocimiento y comprensión, destrezas y actitudes, valores y normas para participar activamente en la sociedad, en la vida adulta). Aunque se trata de un proceso en el que han de intervenir distintos agentes e instituciones, todo indica que la Educación social y los educadores sociales deben inscribir su quehacer pedagógico y social en este trayecto-proyecto, al que no son ajenas ninguna de sus áreas o ámbitos de acción-intervención socioeducativa.
6. CIUDADANÍA Y EXCLUSIÓN
La ciudadanía ha venido articulándose a través del binomio exclusión-inclusión. No hay ciudadanía si existe la exclusión social, si se constituyen guetos para la población inmigrante, si no se toleran las diferencias y las identidades de cada grupo y si se tolera la intolerancia. La ciudadanía debe ser repensada como el disfrute de un estatus, como el sentido de pertenencia a una comunidad y como el desarrollo de personas comprometidas en la búsqueda de un proyecto justo y abierto a la diferencia.
7. EL PAPEL DE LAS UNIVERSIDADES
En cuanto al papel de las universidades, hablar de pedagogía de la sociedad civil desde la Universidad supone “evaluar sus auténticas posibilidades de educar en la ciudadanía democrática, de puertas adentro y de puertas afuera, mediante la transformación del propio currículum y el diseño de proyectos estratégicos en asociación directa con los agentes comunitarios” (Olveira et al., 2002).
Es claro que el desarrollo pleno de las sociedades democráticas requiere, inexorablemente, ciudadanos con valores éticos, responsabilidad social y competencias cívicas, con la plena conciencia de los problemas culturales, ambientales y sociales que nos afectan. En este ambicioso reto, las universidades deben ser entes creadores de cultura, espacios para la participación y motor de innovación. Se espera que la universidad no sólo cualifique profesionalmente en un determinado ámbito, sino que se reclama que esos profesionales sean competentes social y cívicamente (Alcover, 2005).
Esto implica, que uno de los objetivos prioritarios que deben asumir las instituciones universitarias es la formación de una ciudadanía dispuesta a contribuir activamente al fortalecimiento de la sociedad civil sin la que es imposible alcanzar la plenitud de la democracia. Es fundamental que las universidades desempeñen un importante papel en el fomento de los valores éticos y morales en la sociedad, y dediquen especial atención a la promoción, entre los futuros titulados, de un espíritu cívico de participación activa.
Por consiguiente, acabamos aludiendo a la necesidad de manejar la distinción que debe hacerse entre un ejercicio de la ciudadanía que puede llamarse activo y otro pasivo; de plantear una ineludible responsabilidad de la educación escolar que, sin embargo, no puede ser asumida en exclusiva por la escuela sino por la sociedad en su conjunto; y de considerarla una tarea compartida y comunitaria.
La tarea de la educación reside en la superación de una cultura insolidaria y en la transformación del individuo en ciudadano, mediante la práctica de la solidaridad, una tarea de construcción.